Cinco discos para escuchar de principio a fin

 
 

La obra visionaria de Radiohead, el viaje por el desierto de Josh Homme, el reflejo de la época más creativa de los Gallagher, los memorables ‘riffs’ de Muse y las atmósferas hipnóticas de Massive Attack protagonizan nuestra primera lista  


En tiempos de ‘playlists’ y sobreabundancia –o saturación– de música, parece complicado no caer en la tentación de apretar el botón de ‘siguiente’ canción. Por este motivo, nos hemos propuesto elaborar una lista de aquellos álbumes –de las últimas tres décadas por no ir más atrás en el tiempo– que hay que escuchar de principio a fin, como si se trataran de un vinilo, bien porque son conceptuales, el inicio de una canción no se entiende sin el final de la anterior (el orden altera la experiencia) o simplemente porque no contienen ni un solo tema que haya que saltarse. Nos olvidamos por un momento de las plataformas de ‘streaming’ –aunque no del todo, hay que aprovechar las ventajas de Spotify– y escuchamos los discos como se hacía en lo que ya parece la prehistoria, cuando había limitaciones tecnológicas y no era gratis, pero prestábamos más atención y, quizás, disfrutábamos más. Prohibido el modo aleatorio.    

 

1. Radiohead: ‘OK Computer’

‘OK Computer’ es el disco que ha inspirado esta lista, gracias a un magnífico artículo publicado en Jot Down por Pedro Torrijos. En él, nos recuerda que todo el que ha escuchado el álbum sabe que el comienzo de ‘Paranoid Android’ son los cuatro pitidos (en directo suelen ser los clásicos cuatro toques de baqueta) del final de ‘Airbag’, el tema que abre el disco. O que a continuación de ‘Karma Police’ siempre se escuchan las palabras «Fitter, happier, more productive» de una voz robótica. Pero más allá de ese concepto de continuidad en la música, el disco es una genialidad y una de las mayores influencias para los grupos posteriores. En una época en la que el brit pop ya estaba en decadencia, supuso un soplo de aire fresco, gracias a su sonido innovador y, en definitiva, se convirtió en un punto de inflexión en la música. Si ‘The Bends’ ya era un disco bueno y podría entrar perfectamente en esta lista, con ‘OK Computer’ la banda de Oxford consiguió hacer algo todavía mejor. Aunque individualmente contiene canciones soberbias, como ‘Paranoid Android’, ‘Karma Police’, ‘Exit Music’, ‘No Surprises’ y ‘Lucky’, el disco se disfruta realmente cuando se escucha entero, desde el contundente riff de Jonny Greenwood del principio de ‘Airbag’ –poco se habla de él para lo bueno que es– hasta el sutil toque de campanilla que concluye ‘The Tourist’.

 
 

2. Queens of the Stone Age: ‘Songs for the deaf’

Cómo no acordarse del gran Héctor Bonifacio Echeverría Cervantes de la Cruz Arroyo Rojas –un locutor de radio inventado al que pone voz Alain Johannes– dando paso a ‘First It Giveth’ tras el final de ‘No one knows’. Son esos detalles curiosos los que nos encantan de ‘Songs for the deaf’, el tercer disco de Queens of the Stone Age, que contó con Dave Grohl en la batería, Mark Lanegan adueñándose del micrófono en varios temas y la contribución musical de Johannes y Natasha Shneider, el mayor ‘dream team’ conocido de la banda. Un disco excelente, que parece como si sonara en la radio por las numerosas introducciones de varios locutores –la idea era reproducir un viaje por el desierto californiano escuchando diferentes emisoras–, con algún toque flamenco inesperado, homenajes locos a temas anteriores (‘Feel good hit of the summer’), canciones ocultas e incluso rancheras. Y si eso no es suficiente razón, solo hay que escuchar toda la descarga de rock de ‘Go with the flow’, ‘You think I ain't worth a dollar, but I feel like a millionaire’, ‘A song for the dead’, ‘The sky is fallin’, ‘Hangin’ tree’, ‘A song for the deaf’, ‘First it giveth’ y, por supuesto, ‘No one Knows’. Uno de los discos más originales de las últimas décadas gracias a una reunión de talentos irrepetible liderada por Josh Homme.

 
 

3. Oasis: ‘(What’s the story) Morning Glory?’

Existe la disyuntiva entre los fans de Oasis de si es mejor ‘Definitely Maybe’ o ‘(What’s the story) Morning Glory?’. Nos decantamos por el segundo, aunque por poco, por tratarse de una obra más completa, y más cercana al pop, y que todavía sorprende por la cantidad de éxitos que incluye, no solo ‘Wonderwall’ y ‘Don’t Look Back in Anger’, sino además ‘Roll with it’, ‘Some might say’, ‘Morning glory’ y ‘Champagne Supernova’, además de otras perlas como ‘Cast no shadow’, ‘Hello’ y ‘She’s electric’. Todas las canciones del disco –hay dos que son instrumentales, pequeños interludios extraídos de ‘The swamp song’– son excelentes, menos la siempre olvidada ‘Hey now’. La voz de Liam Gallagher nunca ha vuelto a sonar tan bien como durante estos 50 minutos y cuenta con una serie de caras B superiores incluso a algunos de los temas que finalmente sí se incluyeron en el álbum, como ‘Acquiesce’, ‘The Masterplan’ y ‘Talk tonight’.

 
 

4. Muse: ‘Origin of symmetry’

Comienzan a sonar las notas del inquietante piano de ‘New Born’ y cuando ya te quieres dar cuenta concluye el maravilloso ‘riff’ del final de ‘Micro Cuts’. Los primeros 35 minutos de ‘Origin of Symmetry’, el segundo álbum de Muse, son simplemente arrolladores, con el bajo tan protagonista como la guitarra, ‘Hyper Music’ es el ejemplo, y el falsete de Matt Bellamy, además del aroma a Serguei Rachmaninov que desprende la futurista ‘Space Dementia’, los arpegios electrónicos infecciosos de ‘Bliss’ y esa brutalidad y sensibilidad con la que juega ‘Citizen Erased’, probablemente la mejor canción de la banda británica –siempre es de las más demandadas por el público en los conciertos–, aunque para el recuerdo siempre quedará el estribillo y el punteo de guitarra, inspirado en Johann Sebastian Bach, de ‘Plug in Baby’. La parte final del álbum, más calmada, flojea un poco con ‘Screenager’ y ‘Darkshines’ –la edición japonesa incluye ‘Futurism’, un tema que sigue la estela del principio del disco, con un bajo similar a lo que después fue ‘Hysteria’–, aunque ‘Feeling Good’, la versión del famoso tema interpretado por Nina Simone, y ‘Megalomania’, con su órgano de iglesia celestial y letra corrosiva, mantienen el tipo como para quedarse hasta el final.

 
 

5. Massive Attack: ‘Mezzanine’

‘Mezzanine’ es sin duda uno de los discos más oscuros y relevantes de la historia, con una atmósfera densa, opresiva y claustrofóbica que se mantiene a lo largo de poco más de una hora y la presencia constante del bajo y los graves como hilo conductor desde las primeras notas de ‘Angel’, además de unos riffs de guitarra contundentes y con mucha distorsión que hasta ahora no habían aparecido en la discografía de la banda de Bristol –y no lo han vuelto a hacer– y elevan el listón respecto a anteriores trabajos. Se trata, junto al ‘Dummy’ de Portishead’, del verdadero referente del trip hop, género que la banda creó a principios de los 90 y que en su tercer disco perfecciona y evoluciona, incluyendo todo tipo de elementos de otros géneros, desde la electrónica, al rock y el jazz, junto con ‘samplers’ de The Velvet Underground, Isaac Hayes, The Cure y Led Zeppelin. Buena parte del éxito del disco se debe también a las colaboraciones estelares de los cantantes Horace Andy, en ‘Angel’ –probablemente la canción más usada en el cine, la televisión y la publicidad– y ‘Man next door’, y Liz Fraser, de Cocteau Twins, en ‘Teardrop’ –otra canción que es patrimonio de la cultura popular–, ‘Black Milk’ y Group Four’, y gracias a temas inquietantes como ‘Risingson’, ‘Mezzanine’ –ambas con la inconfundible voz de Grant Marshall– e ‘Inertia Creeps’, habituales en los repertorios de la banda desde entonces. Y para acabar, un cliché: todavía suena contemporáneo.