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El Mad Cool vuelve a demostrar que es el rey de los festivales

‘Aftermovie’ del Mad Cool 2022, por Álvaro Rabadán

El macroevento madrileño saca de nuevo un sobresaliente en cuanto a propuesta musical, con un cartel en el que brillaron The Killers, Muse, Foals, Metallica, Royal Blood y Florence and the Machine; con las sorpresas positivas de Gang of Youths, Wolf Alice, Don Broco, Fever333 y Parcels, y las decepciones protagonizadas por Deftones, Yungblud, Placebo y Pixies


Hay palabras para las que nuestro diccionario es sumamente impreciso. Una de ellas es ‘eternidad’, para la que, entre las cinco acepciones que cuenta, incluye «duración excesivamente prolongada». En los últimos tiempos, sin embargo, hemos podido concretar mucho más cuándo algo es excesivo y eterno. El agujero negro de la Covid ha hecho que el paso del tiempo deje de contarse en años, sino en momentos, y estos días hemos podido volver a vivir alguno de esos que perdurarán en nuestra memoria cuando nuestra mente comience a desprenderse de lo insustancial. 2016, 2017, 2018, 2019, la eternidad, 2022. Así ha sido la historia del Mad Cool y así hemos aprendido a distinguir entre esperar y anhelar. Entre estar expectante y desear fervientemente algo. Entre un año y una eternidad.

Desde su edición de 2018, el madrileño se ha erigido en el rey absoluto entre todos los macrofestivales nacionales, cuando no europeos, entre aquellos que entienden que lo musical es lo más importante en un cartel. Aprendió de errores, acrecentó su apuesta e introdujo mejoras sustanciales  para hacer de la experiencia extramusical algo mucho más palpable. Durante este año no han sido pocos los grupos que entre canción y canción han comentado el enorme ‘line-up’ entre los que se encontraba su nombre. Sin ir más lejos, Kings of Leon, una de las bandas más importantes a nivel mundial en cuanto a venta de entradas y presencia en todos los festivales habidos y por haber, confesaron que nunca habían compartido cartel tan grandilocuente como el de este Mad Cool 2022. No son palabras menores.

Accesos al festival Mad Cool, en la zona de Valdebebas-Ifema. / ÁLVARO RABADÁN

La edición de este año ha sorteado muchos inconvenientes, incluyendo cambios en el cartel que ya conocíamos, como la caída de Queens of Stone Age y Faith No More, así como una séptima ola de Covid, enfermedades varias y problemas logísticos que hicieron de los últimos días una ruleta rusa que se llevó por delante a Stormzy, Arlo Parks, Glass Animals y Black Pumas. La organización dentro del festival ha sido de 10, sin colas para entrar, pedir en barras o entrar a baños, algo especialmente meritorio teniendo en cuenta que muchos de los días se superaron los 70.000 asistentes. El punto negro se vivió al salir del festival, sobre todo el primer día, con esperas interminables en taxis y buses y caos en el punto de Uber. Por otro lado, están las quejas por los precios de los vehículos VTC. Se ha escrito mucho acerca de ello, pero nuestra experiencia no ha sido la misma. En ningún caso pagamos más de 32 euros por un viaje en Uber al centro entre cuatro personas, incluso en hora punta, algo muy alejado de los 80 euros que algunos usuarios han denunciado en redes sociales. Y más allá del primer día, el resto no tuvimos que esperar más de 30 minutos para coger un vehículo. Los problemas hay que airearlos, sí, pero que la sangre venda no significa que haya que darle importancia extrema a situaciones puntuales.

 

Miércoles negro

Que el subtítulo no nos lleve a error. El miércoles fue el día de la vuelta a la alegría, de la apertura del recinto después de tres años y del reencuentro con sensaciones casi olvidadas. El miércoles fue negro porque los fans de Metallica inundaron completamente el Mad Cool. En ninguna otra edición un solo grupo consiguió ser el hilo conductor de una jornada como los de San Francisco en la inicial de este año. Las camisetas negras con el logo de la banda poblaron las primeras filas desde muchas horas antes de que tomasen el escenario principal, dejando bien claro que los dinosaurios tienen un hueco mucho más grande del que imaginamos entre el parque de lo moderno.

Villagers fue la primera parada a la que nos asomamos en este Mad Cool. La banda, cuyo único miembro ‘oficial’ es Conor J. O’Brien, desplegó su sonido folk mientras nos íbamos haciendo a la idea de que esta vez sí, estábamos de vuelta al recinto de Ifema. La disposición y número de escenarios era muy similar a la de anteriores ediciones, al igual que los precios. En cuanto a la temperatura, ese primer día fue soportable por la tormenta que azotó Madrid a primera hora de la tarde. Algo que se agradeció vistas las temperaturas que nos esperaríamos los siguientes días.

Pero el primer plato fuerte del día fue Wolf Alice, que no solo maravilló en su concierto, sino que dejó bien claro que el sonido del segundo escenario iba a ser insuperable en ningún otro, gracias a las canciones más potentes de su repertorio y donde desplegan sus mejores ‘riffs’, como ‘Smile’, ‘Giant peach’ y ‘Moaning Lisa Smile’. Por no hablar de la maravillosa voz y ese contraste continuo entre lo frágil y dulce con lo salvaje.

Ellie Rowsell, de Wolf Alice. / ANDRÉS IGLESIAS

Yungblud, durante su concierto en el escenario principal. / A. IGLESIAS

Yungblud fue nuestro primer contacto con el escenario principal. Su ‘show’ es divertido y la actitud, envidiable. Pero su histrionismo y repetitivos recursos más propios del karaoke que de alguien que está ahí para presentar su música terminaron por sacarnos del concierto.

Lo de Placebo es algo que no acabamos de entender. Su número de éxitos podría estar a la altura de los grupos más importantes del continente, pero la elección de repertorio no se guía por ello. Aun dando un concierto correcto, la balanza cae del lado de salir de él pensando en lo mucho que nos hubiese gustado escuchar ‘This picture’, ‘Every you, every me’, ‘Pure morning’, ‘Song to say goodbye’ o ‘Without you I’m nothing’. Están en su derecho de optar por rebuscar en el fondo de armario o presentar temas más nuevos, pero la esencia de un festival es distinta a la de un concierto en sala y la respuesta del público así lo atestiguó. Todo es aún más doloroso al haber apostado por ellos en lugar de por Sports Team o Frank Carter and the Rattlesnakes, que de acuerdo a lo que nos contaron, ofrecieron dos directazos en distintos escenarios.

Y llegó el momento grande del día: Metallica. Los californianos hace mucho tiempo que son un rodillo cuyo motor es la profesionalidad y responsabilidad que marca ser uno de los grupos más grandes de todos los tiempos. Atrás quedaron los años oscuros con James Hetfield sufriendo en el escenario por sus adicciones fuera de él. En Madrid dieron un concierto como el que recita un temario de oposición que se conoce al dedillo.

El escenario principal completamente abarrotado durante el concierto de Metallica. / PACO POYATO

La clave es que no importa el número de tema que aparezca en el sorteo, Metallica se los sabe todos. Su ‘set’ varía de festival en festival sin dejar de lado en ningún momento los clásicos que nunca pueden faltar pero introduciendo sorpresas muy de agradecer, como ‘Damage Inc.’ o ‘Whiskey in the jar’, u otras aún menos esperadas y bastante peor recibidas, como ‘Dirty window’ del controvertido ‘St. Anger’.  Entre medias, un inicio de concierto en mitad del público con ‘Whiplash’, ‘Creeping death’ y ‘Enter sandman’, el momento ‘Nothing else matters’ donde hasta el más heavy nota crujir su corazón, la pirotecnia abrasadora de ‘Moth into the flame’ y el final, con la canción que ha abierto a Metallica a un nuevo público gracias a ‘Stranger Things’: ‘Master of puppets’.

El mejor momento del ‘show’, además de las visuales y el espléndido estado de forma de Ulrich, Trujillo y Hammet, fue para ‘Fade to black’. En algún lugar he leído a James Hetfield decir que la primera vez que tuvo consciencia de la importancia de sus letras fue cuando, en 1984, se acercó a casa de su novia con el vinilo de ‘Ride the lighting’ recién grabado. Mientras estaba con ella, su cuñada pequeña tomó el disco y se lo puso en su habitación. Al llegar a ‘Fade to black’, bajó al salón llorando de la emoción. Casi 40 años después y con más de 125 millones de álbumes vendidos, James se dirigió a los más de 70.000 presentes frente a él en Madrid. «Esta canción trata sobre el suicidio, algo de lo que se supone que no debemos hablar. Todos hemos pasado por ahí y hemos tenido momentos bajos. Hablad con quien tenéis al lado. No os quedéis vuestros malos pensamientos para vosotros», apostillaba justo antes de encarar el tema.

Hace solo unas semanas vimos al gigantón desplomarse en el suelo durante un concierto tras hablar de lo mal que lo estaba pasando, mientras el resto de la banda intentaba consolar sus lágrimas. Uno no es consciente de hasta qué punto gestos así pueden ayudar a gente con problemas e inseguridades. No hay arma más poderosa que un micrófono y millones de personas dispuestas a escucharte y es por eso que a referentes capaces de lanzar mensajes de este estilo se les debe casi exigir que lo hagan.

Momento del concierto de Fever333 en The Loop. / PACO POYATO

Tras los californianos llegó la hora de cerrar el primer día eligiendo entre el solape más doloroso. Por un lado, Twenty One Pilots y su espectacular ‘show’. Por el otro, Chvrches y su más que probada solvencia en directo. Una tercera vía protagonizada por The Last Internationale, un grupo que nos encantó en su visita al festival en 2018 y por último, Fever333. Y esa fue nuestra apuesta. El ‘mood’ en el que nos dejó Metallica invitaba a seguir por la línea más dura y los Fever no decepcionaron. Presentaron las canciones de su único álbum de estudio y los ‘singles’ sueltos que han editado desde su formación en 2017 y el resultado fue espectacular. Un pero: el exceso de pregrabado. Es cierto que un trío en el que uno de los integrantes no toca instrumentos tiene sus limitaciones, pero ahogar el sonido de los que sí lo hacen a cambio de incluir una pared de música lanzada desde la mesa de mezclas es poco menos que absurdo. Aun así, fueron la revelación del miércoles.

Todavía tuvimos tiempo de pasarnos por el escenario Region of Madrid para ver el final de Chvrches. Ya pudimos comprobar en ese momento que el tercer escenario en importancia es el que, gracias a su pendiente, mejor visibilidad tiene de lejos. Además, su sonido es sobresaliente, algo que pudimos atestiguar con el trío escocés, que tenían frente a sí a un muy nutrido número de espectadores.

 

Jueves de himnos, sonrisas y penas

Teníamos claro que para este segundo día había que entrar pronto al recinto. Nothing But Thieves tocó a primera hora con un sol de justicia aún quemando sus mejillas inglesas mientras sonreían diciéndonos a las miles y miles de personas que nos acercamos a verles en horario poco adecuado con su estatus, que no sabíamos la suerte que teníamos por contar con un evento así en España. El segundo concierto al que asistimos fue La Femme, introducidos a última hora en el cartel por la caída de otros grupos. Como ya pudimos comprobar en el Warm Up de Murcia, los franceses son un seguro para la fiesta y calentar el ambiente. Aprovecharon su oportunidad y pusieron al Mad Cool a bailar a una hora temprana.

Chino Moreno, de Deftones. / ANDRÉS IGLESIAS

Dan Reynolds, de Imagine Dragons. / ÁLVARO RABADÁN

En el equipo de ‘Alternavivo’ había un nombre subrayado para el jueves: Deftones. Es posible que las ganas que teníamos jugasen en nuestra contra, pero salimos del concierto realmente decepcionados. Y no fue cuestión de la banda o de Chino Moreno, que lució mejor que en otras ocasiones, sino por la falta de fuerza en su sonido. El escenario principal no fue el que mejor sonó durante todo el festival, pero hubo momentos especialmente dolorosos, como sucedió este caso. La voz era imperceptible y las guitarras, casi ocultas. La situación mejoraba conforme uno se alejaba de las primeras filas, pero muy lejos del cañonazo que se presupone cuando uno está escuchando interpretar ‘Be quite and drive’, ‘My own summer’ y ‘Lotion’. Nos quedamos con la duda de si fue un problema puntual o si es la propia banda la que quería sonar como una amalgama de sonido descompensada más allá de lo atmosférico de su música. Sea como fuere, en ningún momento conseguimos estar mentalmente dentro del concierto. Una pena.

Lo bueno de los festivales es que las decepciones duran poco y siempre habrá otro grupo que tape las carencias del anterior. Y ahí estaban The Killers para recordarnos que un festival es un lugar de comunión entre desconocidos donde cantar temas que han marcado tu vida hasta desgañitarte. Qué concierto dieron los de Las Vegas (también fue casualidad que justo antes de ellos tocaran en el otro escenario principal otra banda de la ciudad del pecado, Imagine Dragons, a la que realmente prestamos poca atención, pese a que tocaron temas como ‘Believer’ y ‘Thunder’ al principio de su ‘setlist’ y cerraron su ‘show’ con Radioactive’). Qué colosal espectáculo nos ofrecieron. El inicio con ‘The man’ fue poco menos que un ‘spoiler’ gigante de lo que íbamos a vivir en la siguiente hora y media. Porque ‘el Hombre’ es Brandon Flowers. Hace tiempo que lo que pudo parecer un disfraz de Elvis moderno ha dado paso a una personalidad propia arrolladora en el escenario. ‘Spaceman’ fue la segunda bala en dispararse y de nuevo nos preguntamos si todo esto no será una especie de revelación y lo que tenemos delante se trata de alguien venido de otro planeta. A estas alturas ya tenemos claro que los problemas de sonido no van con The Killers, que continuaron desgranando su maleta repleta de himnos con ‘Jenny was a friend of mine’, ‘Smile like you mean it’, ‘Run for cover’ y ‘Human’.

Brandon Flowers, con el escenario lleno de dólares con las caras de los miembros de The Killers. / ROB LOUD

Sobre el escenario, tres de los miembros originales, el onmipresente Flowers, Dave Keuning (esta vez sí de gira con la banda) y Ronnie Vanucci Jr. Acompañándoles, varios músicos de apoyo y coristas que dan todavía más cuerpo al clásico sonido de la banda, deudor del brit-pop aunque con marcadas raíces americanas y una pantalla gigante en la que se van sucediendo unos visuales muy bien trabajados. Dio tiempo durante el concierto a presentar una nueva canción, ‘Boy’, un descarte de su último disco ‘Pressure machine’, pero que sonó a hit instantáneo. ‘Somebody told me’, ‘Runaways’, ‘Read my mind’, ‘All these things that I’ve done’… ¿Es que esta gente no se va a dejar ninguna en el camino?, nos preguntábamos mientras continuaba la cascada de temas  acompañando a la impertérrita sonrisa de Brandon. ‘When you were young’ y ‘Mr. Brightside’ fueron los cartuchos finales, los últimos toques de atención a nuestra memoria y nuestro corazón. Porque todos tenemos recuerdos ligados a tantas canciones del grupo que lo vivido en Mad Cool fue un zarandeo emocional, un recordarnos que, gracias a los Killers, seguimos tan vivos como cuando les escuchamos la primera vez. Y ellos, también.

El camino desde el escenario principal hasta el segundo después de verles fue el de la sonrisa y la piel de gallina. El de comentar que lo que acabábamos de ver era épico e insuperable y lo muy felices que nos hacía haberlo vivido rodeados de gente a la que queremos. Subirse a unas tablas solo cinco minutos después de que un grupo haya conseguido desatar esas emociones no debe ser sencillo. Pero Foals no entienden de achantarse ni hacerse pequeños ante ningún cabeza de cartel, por muy rimbombante que sea. Porque los de Oxford no tienen, de momento, la baza de los himnos atemporales con la que sí cuentan los de Las Vegas. Ellos dependen de lo que transmitan en ese momento más que de las memorias que evoquen. Y su concierto fue verdaderamente espectacular. Sacaron rentabilidad máxima al maravilloso sonido del escenario Madrid is Life, uno de los mejores que el que escribe ha podido disfrutar en cualquier festival al que haya asistido en mi vida.

El concierto de Foals fue uno de los mejores de todo el festival. / ÁLVARO RABADÁN

Foals no tienen trampa ni cartón, no esconden debilidades en producciones inmensas que sirven como cortinas de humo. Son gente capaz de volarnos la cabeza empalmando tres temas como ‘Inhaler’, ‘Black bull’ y ‘What went down’, ponernos la piel de gallina con ‘Spanish Sahara’ y hacer que al día siguiente nos duelan los pies de bailar ‘Wake me up’, ‘2am’ y ‘My number’. Consiguieron algo realmente complicado: que nos planteásemos si objetivamente habían dado un concierto mejor que el de The Killers. Que ningún verano nos falte Foals, por favor.

La clase de los viernes

Ir al colegio, el instituto o la universidad los viernes es diferente al resto de días. Uno tiene la mente en otro lugar, queda atrás la semana y los palos teniendo al lado el finde duelen menos. Los viernes, apetecen clases. Y las tuvimos a montones en el Mad Cool.

Jamie Cullum, con más pinta de alumno que de profesor a pesar de lo que diga su DNI, dio la primera lección del día. Hubo tiempo para versiones (de The Killers, Ed Sheeran y guiño a Eminem), así como para su repertorio clásico. Es posible que el bueno de Jamie lleve un tiempo fuera del radar de los medios que un día le encumbraron, pero su mezcla de soul, jazz y pop continúa estando muy vigente.

La cantante principal de Haim, Danielle Haim. / ÁLVARO RABADÁN

Haim fueron las segundas protagonistas de nuestro horario lectivo, aunque también tuvimos tiempo para ver en la carpa del escenario 7 a los noruegos Spielbergs, dejándonos muy buen sabor de boca a pesar de no tenerles controlados previamente. En lo que respecta a las hermanas Haim, su concierto ofreció todo lo que cabía esperar de ellas, diversión (con llamada telefónica desde el escenario a un ligue), mucha energía y una conexión total con el público, pero pocas canciones, entre las que no faltaron ‘The steps’ y ‘Summer girl’.  

El primer viaje del viernes al escenario grande fue para ver a The War on Drugs, a los que ya reseñamos como creadores de uno de los mejores discos de 2021 con ‘I don’t live here anymore’. El perfil de Adam Granduciel  es el del ‘frontman’ que huye de los focos y se esconde tras unas gafas de sol y ‘look’ de tipo tímido, pero su presencia en el escenario tiene un poso brutal en el directo de TWOD. Su última referencia copó la mayoría del set, con la canción que le da nombre, ‘Under the pressure’ y ‘Occasional rain’, con la que se cerró el concierto, destacando del resto. También sonaron las excelsas ‘Pain’ y ‘Red eyes’. Una pequeña alegría fue comprobar que existe público para una propuesta como la de The War on Drugs, alejada de canciones simplonas y fáciles de consumir. Decenas de miles de personas se impregnaron del rock sureño ‘shoegaizado’ de los americanos.

Brandon Boyd, cantante de Incubus. / ÁLVARO RABADÁN

Si de clases anda el tema, Incubus tiene más que un colegio. La banda de nu metal que mejor ha envejecido, la que supo cambiar el paso e incorporar elementos que otros no vieron venir, suplieron de una manera muy digna el hueco que dejó Queens of the Stone Age en el cartel. Al igual que el día anterior con Flowers, el viernes fue Boyd el Brandon que nos dejó a todos con la boca abierta. Su estado de forma es envidiable, al igual que el de Mike Einziger y José Pasillas, dos de los guitarristas y baterías más infravalorados de este siglo. Como sucediese en el resto de días, el escenario acompañó y no faltó ni un ápice de fuerza a temas como ‘Anna Molly’, ‘Pardon me’ y ‘Sick sad little world’ (tremendo pogo el que se formó). Tampoco faltaron momentos más calmados como en ‘The warmth’ y ‘Drive’. Incubus confirmaron que se puede contar con ellos y que, sea lo que sea que nos traiga el mañana, ellos estarán ahí.

El plato fuerte del día era Muse, pero a esa misma hora, en el tercer escenario Parcels se presentaban por primera vez en España. El don de la presencia en dos lugares al mismo tiempo no existe, pero sí el de separarse de tus amigos. Así que partimos caminos y pudimos ver a ambos. Los australianos afincados en Berlín montaron una fiesta brutal para un público mucho más numeroso del que cabría esperarse en el Region of Madrid Stage. Mientras me encaminaba a él, me pregunté cómo sería su propuesta, viendo lo mucho que cambia su sonido en estudio y me sorprendió gratamente que el giro que tomase fuera el de música electrónica. Sin ser fan del estilo, un festival merece que la vena más desatada de cualquier grupo sea la predominante, reservándose la parte más oscura para las giras sin ataduras de horarios o limitaciones escénicas. ‘Comingback’, ‘IknowhowIfeel’ y ‘Somethinggreater’ sonaron brutales, igual que los chicos agradeciendo al público y preguntándole si es que no sabían que Muse estaba tocando enfrente.

La banda australiana Parcels. / PACO POYATO

Y vaya si lo estaban haciendo. Aquello sí que fue toda una lección de lo que debe ser un cabeza de cartel en un festival, ofreciendo espectáculo (con mucha pirotecnia, gran despliegue de luces y un robot gigante en el escenario) y buenas canciones a partes iguales. La gira veraniega del trío británico para presentar su nuevo disco, ‘Will of the people’, ha acercado el sonido de la banda al de sus inicios, aunque se eche en falta en el repertorio más canciones de ‘Origin of symmetry’, que solo tuvo acto de presencia a través de la siempre coreadísima ‘Plug in baby’. Pero, a cambio, Matt Bellamy, Chris Wolstenholme y Dom Howard sacaron todo su arsenal de éxitos: ‘Hysteria’, ‘Time is running out’, ‘Madness’, ‘Supermassive black hole’, ‘Uprising’, ‘Starlight’, ‘Knights of Cydonia’… Y con un ‘setlist’ más duro que en anteriores ocasiones, donde brillaron ‘Stockholm syndrome’, ‘Won’t stand down’ y la todavía inédita ‘Kill or be killed’ (se publicará oficialmente el próximo 21 de julio), que recupera los arpegios de sintetizador que tanto gustan a sus fans, además de los guiños a AC/DC (‘Back in black’), Slipknot (‘Duality’), Jimi Hendrix (‘Foxy lady’) y Rage Against the Machine (‘Township rebellion’ y ‘Calm like a bomb’) e incluso caras B de su discografía (‘The gallery’ y Nishe’). Sin duda, el concierto más multitudinario de todo el festival.

Matt Bellamy, con máscara, al inicio del concierto de Muse. / A. IGLESIAS

Alt-J fueron los encargados de cerrar la jornada del viernes. Tal vez fue por el hecho de tocar después de un concierto tan homérico como el de Muse o enérgico como el de Parcels, pero su propuesta quedó un tanto empequeñecida después de ellos. Tampoco ayuda el hecho de que la última vez que les vimos, en 2018, el montaje fuese más espectacular y, en general, recordemos un concierto mucho más redondo. Aprobaron por los pelos.

 

Sábado de monarquía absoluta

Nuestro último día en el festival fue el sábado, que estuvo marcado por la amplísima mayoría de asistentes extranjeros, o al menos esa era la percepción que tuvimos a lo largo de la jornada. Con permiso de doña Florence Welch, el sábado no existió un cabeza de cartel de consenso. Un Metallica, Muse o The Killers que aunase los gustos de guiris y españoles, aunque la asistencia de público fue igualmente enorme sin alcanzar el ‘todo vendido’ de los días anteriores.

Encaramos el día viendo a Local Natives y su sonido buenrrollero que encajaría mejor en un horario más tardío que a primera hora de la tarde. Pero esto es el Mad Cool y ya habrá tiempo de volver habiéndose ganado el ‘slot’ nocturno. Desde luego, los angelinos van por ese camino. Ofrecieron un concierto más que notable. Nos acercamos después a ver a un desubicado Guitarricadelafuente, el único artista nacional en subirse al escenario principal hasta la última jornada. Y no, esto no debería ser normal. En España existen bandas, también alternativas, no necesariamente los primeros espadas del indie y el rock nacional, que podrían encajar en el lugar con más repercusión para la música de este país. Ojalá en 2023 se reserve espacio para ellos. ¿Os imagináis a Bon Iver en el Sonorama? Pues algo así se respiraba durante la actuación de Guitarrica.

El divertidísimo espectáculo de Don Broco nos cautivó a pesar del calor insoportable, algo que no consiguió del todo Leon Bridges, quien no sacó el partido que otros sí hicieron del escenario Madrid is Life. La revelación del día, cuando no del festival, fueron Gang of Youths. David Le'aupepe es de esos artistas especiales encima de unas tablas. Su grave pero a la vez dulce voz ya vale de por sí el precio de cualquier entrada, pero es que su contoneo y forma de interaccionar con el público suman razones para hacerse fan de una banda llamada a crecer, y mucho, en los próximos años. En su Australia natal ya son absolutas estrellas (dos discos debutando en el número uno) y tarde o temprano lo serán por estos lares también. El mejor termómetro para saber que un grupo te ha marcado es el tiempo que dedicas a escucharlo inmediatamente después de un festival. Y yo les tengo en ‘repeat’.

Pixies pusieron la nota nostálgica del sábado. Uno de los grupos más influyentes de los 90 en adelante demostró tener cuerda para rato. Sonaron potentes, aunque algo planos y monótonos. De su ‘set’, aparte de las más conocidas ‘Where is my mind?’ y ‘Here comes your man’, sobresalieron la versión de “’Head on’, de Jesus and Mary Chain’; ‘Planet sound’ y el cierre con ‘Debaser’.

Pixies, una de las decepciones del festival. / ANDRÉS IGLESIAS

Caleb Followill, cantante de Kings of Leon. / ANDRÉS IGLESIAS

Una de las pocas veces que Caleb Followill, cantante de Kings of Leon, se dirigió al público del Mad Cool fue para decirnos que no teníamos ni idea de lo que impone tocar después de Pixies. En España no tenemos una visión objetiva de la enormidad de la banda, igual que tampoco la tenemos de la de KoL. En Estados Unidos son dos gigantes, cada uno de su tiempo, que suelen copar los huecos más altos de cualquier cartel de festival que se precie. Por eso no era de extrañar el numerosísimo público  que les esperaba en el segundo escenario.

En 2017, el concierto de Kings of Leon fue bastante flojo. Con ese recuerdo en la mente, tomamos el de 2022 como una especie de reválida, una segunda oportunidad. Y Kings of Leon la aprovecharon. Caleb tiene menos carisma que una patata con ojos dibujados frente a un micro, pero las canciones del grupo se bastan por sí solas para justificar su posición en el cartel. Sonaron de lujo, con un montaje espectacular con tres pantallas que cambiaban de posición y forma conforme avanzaba el concierto. Nos quedamos con la duda de hasta dónde podría llegar la banda de Nashville si a canciones tan redondas como ‘Use somebody’, ‘Closer’, ‘Pyro’, ‘Molly’s chambers’ y ‘Sex on fire’ le sumásemos la gracia de nuestros siguientes protagonistas.

Mike Kerr, cantante y bajista de Royal Blood, en plena actuación. / ANDRÉS IGLESIAS

Royal Blood cerraron el festival para ‘Alternavivo’. Fue el último concierto al que asistimos y un colofón espectacular para cuatro días en este Mad Cool 2022 que dieron para mucho. El dúo británico se llevó a buen seguro un saco de nuevos fans que tal vez no esperaban disfrutar del inmenso muro sónico que un bajo y una batería (y un teclado escondidito) nos pusieron enfrente justo después de la dulce liturgia de Florence Welch. Mike y, sobre todo, Ben, se ganaron a la multitud que se quedó a verles a base de juegos con el público, petición de ‘walls of death’ desde la segunda canción, mano arriba mientras se toca con una mano, ‘crowdsurfing’, cuentas atrás e interacciones entre los dos protagonistas del ‘show’. Alguno dirá que se trata de clichés, pero la realidad es que de allí todos salimos con una sonrisa gracias a ellos, con el pecho hundido de tremendos trallazos y preguntándonos cómo se es capaz de sonar así sin una mísera guitarra. ‘Little monster’, ‘Boilmaker”, ‘How did we get so dark?’, ‘Figure it out’ y ‘Out of the black’ fueron los momentos álgidos de la noche. ¿Les estarían viendo desde el lateral los hermanos Followill con papel y boli? Ojalá.

Florence Welch no defraudó en su actuación en el Mad Cool. / ANDRÉS IGLESIAS

El concierto más esperado de la jornada, sin embargo, era indudablemente el de Florence + the Machine. Muchísima gente esperó durante horas en primera fila a Florence Welch, una persona que bien merece un análisis pormenorizado de su figura casi divina. Ya lo dice en su último disco, ella es el ‘Rey’, a lo que nosotros añadiríamos que también ‘La Máquina’ que añade junto a su nombre. Es un verdadero portento de la naturaleza en el escenario, moviéndose de un lado para otro saltando sin parar en ningún momento. No falla una sola nota y añade a sus preciosas canciones un discurso donde el amor y la fraternidad impregnan absolutamente todo. Las imágenes de chicas con flores en la cabeza y vestidos que bien podrían ser robados del ‘backstage’ de la propia Florence o del ‘set’ de rodaje de ‘Midsommar’ abrazando a su ídolo como si fuese una aparición celestial, se repitió cada vez que la londinense bajaba del escenario. De hecho, no fueron pocos los desmayos, según se recogió en Twitter los siguientes días.

Ella es la mayor estrella del rock femenina de la actualidad, a la altura de lo que representaron en su día Janis Joplin, Debbie Harry, Tina Turner y Diana Ross. Pero sería injusto enmarcar la comparación solo con otras mujeres. Florence Welch juega en la misma liga que cualquier otro ‘frontman’ del rock de la historia, independientemente de su sexo. De hecho, jamás habíamos visto una comunión tal entre una sola persona y la multitud que la contemplaba. Pero aun con todo eso, Florence tiene un poso que la mantiene en todo momento en lo terrenal. Decía una buena amiga mientras la veíamos que tiene pinta de disfrutar el brasero y las castañas asadas. Y joder, ni Amy Winehouse ni Mick Jagger creo que supiesen lo que es una mesa camilla, pero de Florence me lo creo.

Volveremos en 2023 al Mad Cool, pero no a Ifema. El festival cambiará Valdebebas por Villaverde, donde se alzará un nuevo complejo que pretende ser referente musical a nivel mundial. Antes, el 10 de septiembre, podremos despedirnos del recinto actual durante el Mad Cool Sunset, el hermano menor del festival que traerá de vuelta a Rage Against the Machine a España junto a otros artistas tan interesantes como Biffy Clyro, Kurt Vile, Stereophonics y, esperemos que esta vez sí, Glass Animals.