Guille Galván: «Dejar la música a un lado de vez en cuando me parece algo sano»
El guitarrista y compositor de Vetusta Morla acaba de publicar ‘Desconocernos’, su segundo poemario; hablamos con él sobre por qué le resulta más satisfactorio escribir o componer que tocar sobre un escenario y para conocer los planes de futuro de la banda madrileña y su opinión sobre si vamos a salir de la pandemia como mejores o peores personas
Un año tan atípico como 2020 parecía el momento idóneo, aunque probablemente no desde el punto de vista comercial, para que Guille Galván (Madrid, 1980) –tal vez lo recuerden de grupos como Vetusta Morla y de colaborar en canciones junto a artistas como Alice Wonder y Aitana– publicara su segundo poemario, ‘Desconocernos’ (Lunwerg Editores), ya disponible en librerías y vía ‘online’, por eso de que ahora resulta cada vez más complicado acudir a un concierto (aunque se haya demostrado que pueden ser seguros). Su nueva obra –la anterior, ‘Retrovisores’, salió publicada en 2015 y ahora también se ha reeditado– cuenta con un total de 68 poemas, con títulos tan sugerentes como ‘El impostor’, ‘Desordenada constancia’, ‘Reducciones a lo absurdo’ y ‘Moratones en la conciencia’ y en los que aborda todo tipo de temas sin tapujos, desde los «anuncios de mierda» de las casas de apuestas hasta el poder de la palabra, las verdades a medias y el ‘coaching’, acompañados de varias ilustraciones realizadas por Rebeca Losada.
El compositor, letrista y guitarrista de la banda madrileña anda estas semanas en plena vorágine de promoción, por lo que es probable que mucho de lo que aquí se escriba ya se haya contado o se vaya a contar, aunque confiamos en que no demasiado. Días antes de salir a la luz ‘Desconocernos’, Galván mantuvo una interesante charla, en la que volvió a hacer gala de su facilidad de palabra, por videoconferencia con el periodista de ‘La Verdad’ Jam Albarracín con motivo de ‘Somos Murcia’, ese ciclo de actividades gratuitas que organizó a finales de septiembre el festival Warm Up y que para la programación centrada en literatura y música contó con la colaboración de ExLibris, la Semana Internacional de las Letras de la Región. Aprovechando la cita, pudimos hablar con el músico sobre sus nuevos versos y su faceta como escritor, además de intentar sonsacarle cuándo publicará Vetusta Morla material nuevo, algo siempre rodeado de tanta incertidumbre como el momento actual.
–¿Qué significa para ti ‘Desconocernos’, en plural, ‘Desconocerme’ y ‘Desconocerte’, las tres partes en las que se estructura el poemario?
–El poemario es un recorrido que arranca desde lo más pequeñito, lo que tiene que ver con el ‘yo’, y hace una especie de ‘zoom’ que se va abriendo, donde me hago preguntas sobre los tipos de relación que tienen las personas, sobre las fronteras con los demás. Y en esas fronteras, el modo en el que nos vamos reconociendo, tanto en primera persona –‘Desconocerme’–, con todos los fantasmas, los rostros y las dudas que se tienen desde el punto de vista individual, y luego ‘Desconocerte’, que es el segundo capítulo en ese límite con el otro o la otra, de una manera más íntima y cercana. Y en el capítulo final, ‘Desconocernos’, el límite con lo que nos rodea: la sociedad, nuestro entorno y las coordenadas históricas que nos toca vivir.
–Aunque tienes otros proyectos musicales paralelos a Vetusta Morla y estudios en Comunicación Audiovisual, ¿por qué decidiste volcarte en una faceta como la poesía, aunque lo de escribir también te venga de familia?
–Bueno, ya publiqué otro poemario, ‘Retrovisores’, hace cinco años y para mí escribir es algo bastante cercano, porque escribo canciones. Desde hace tiempo me relaciono con esa forma de expresarme de forma habitual. Y el salto o poner el pie en la poesía y dejar la música a un lado de vez en cuando me parecía algo sano. En mi caso, como bien dices, familiarmente también tengo la suerte de contar con un padre –Guillermo Galván– que escribe novela negra, y que me ha hecho valorar mucho el oficio desde pequeño.
–Alguna vez has confesado que prefieres el proceso de creación de una canción a incluso los aplausos de un concierto, que para un músico puede sonar extraño. La escritura te ayuda a…
–Creo que aprendo más del proceso que del fin. Y no es que no valore los aplausos, faltaría más, y mucho más ahora que no existen (risas). Pero sí que es verdad que en esa fase en la que uno está en la trastienda creando, pues crece más. Por lo menos en mi caso, que quizás aporto más en la parte compositiva que en lo que es la ‘performance’ sobre el escenario. En los conciertos tengo la suerte de no ser el ‘frontman’ del grupo, y me hace vivirlos de una manera más relajada.
–¿Notas que has mejorado o evolucionado respecto a ‘Retrovisores’?
–Me parece que es mejor poemario porque he pulido cosas.
–¿Hay alguna letra de canción que acabara por el camino convertida en un poema o viceversa?
–En ‘Retrovisores’ sí que había elementos o partes que en algún momento fueron canciones y pasaron por el local de ensayo, pero que por unas cosas u otras acabaron en el libro. ‘Desconocernos’ sí que ha sido todo escrito íntegramente para formar parte del poemario. Ninguna de las partes del libro ha tenido la duda de ser canción.
–A priori parece algo muy diferente escribir la letra de una canción y un poema, sobre todo en términos de libertad creativa o a la hora de transmitir una mayor intimidad, ya que no son unos versos que, como en el caso de Vetusta Morla, canta otro.
–Creo que la forma en la que se reciben sí que son realmente distintas. Las canciones, en última instancia, se reciben en colectivo. Cuando te llega una canción, la acabas cantando en un concierto con más gente o con tus amigos en el bar. Se puede popularizar entre un grupo de personas, pero los poemas van más para el lector. Se podría decir que las canciones van dirigidas de uno a muchos, mientras que los poemas, de uno a uno. Y en ese sentido creo que hay una relación más directa con el lector. Ahí viene el nivel de intimidad y no tanto en que en un poema cuentes cosas más íntimas que en una canción. No tiene por qué. Simplemente creo que la relación entre autor y lector es más íntima en un poema que en una canción.
–Aunque ya has comentado que el poemario no está compuesto por ninguna ‘canción nonata’, lo que no has podido evitar es que el texto esté plagado de referencias musicales, desde Bad Bunny a Rubén Blades y Leonard Cohen e incluso citas de Jeff Tweedy.
–Eso es porque cuando escribo me gusta dejar ‘links’ de cosas que forman parte de mi educación sentimental, musical o como quieras llamarlo. Son como ventanas que se abren y puedes compartir generacionalmente de forma muy rápida. Y, como decía antes, al ser un libro que no ha pasado por lo musical, de manera casi inconsciente sí que hay referencias musicales. Para empezar en las portadillas, con cada uno de los poemas que los abren, que son referencias a canciones.
–Hay uno en concreto, ‘La misma canción’, en el que dices que «todas las canciones son la misma repetida / nacen de un solo manantial». ¿Tenías en mente a algún grupo, estilo o artista en particular? Se me ocurren unos cuantos.
–Bueno, no me refiero a que sean un plagio (risas). O una fábrica de repetir la misma. En el fondo, toda canción busca ser interiorizada en la cabeza de alguien y cantada en algún momento. Toda canción busca tocarle la patata a alguien y convertirse en algo importante en su vida. Y disfrutarla y que le haga bailar, pensar, reflexionar… Al final, aunque los caminos son distintos, todos los estilos buscan lo mismo.
–Durante tu intervención en una de las jornadas dedicadas a la literatura de ‘Somos Murcia’, que organizó el Warm Up, en un momento del coloquio dijiste que muchas de las canciones de ahora, por su estructura, son casi como ‘jingles’.
–Bueno, eso lo dije porque en todas las épocas se hacen cosas muy parecidas. Digamos que las canciones se amoldan a las necesidades tecnológicas y técnicas del momento. Pasaba con los ‘singles’ que se ponían en la radio en los años 50, que tenían que durar entre tres y tres minutos y medio, porque esa era la duración que permitían los vinilos. De ahí vino lo de radiar ‘singles’ de esa duración y la costumbre auditiva del oyente de no escuchar temas mucho más largos. Luego llegaron los Beatles, el rock progresivo y las canciones se comenzaron a hacer mucho más largas, y apareció el CD, que permitía canciones gigantes y discos con hasta 25 pistas. Y ahora estamos en un momento de escucha del oyente basado principalmente en lo digital, y muchas veces ni siquiera en formatos que solo tienen que ver con el audio, sino en YouTube directamente.
–Y con una capacidad de atención muy limitada.
–Exacto. El nivel de atención de la gente en YouTube se sabe que no supera los dos minutos o dos minutos y pico, por lo que se hacen canciones que duran eso. Y con estructuras diferentes. Ya no es estrofa-estribillo-puente, sino una estructura donde suceden cosas todo el rato y más rápido. También porque estamos en un momento en el que hay una hiperestimulación constante en todos los sentidos, y la música también tiene un reflejo en esto. No quiero decir que uno sea mejor que el otro, sino que acabamos dando por normales cuestiones o estéticas que, al final, no dejan de ser consecuencia de realidades tecnológicas. Creo que a eso me refería.
–Otra de tus reflexiones de aquella charla que me llamó la atención es que piensas que no vamos a salir «como mejores personas» de esta crisis.
–Creo que se está demostrando que no (risas). Cuando empezó el confinamiento hubo como un espíritu o un soplo quizá de decir ‘tenemos que salir’, siendo conscientes de la importancia de la sanidad pública y de apoyarnos más en nuestras comunidades pequeñas. La naturaleza estaba dando un paso adelante mientras nosotros nos retirábamos, reduciéndose la contaminación y ganando terreno el bosque. Había un punto en el que podíamos pensar que a lo mejor íbamos a aprender de esto, y darle la vuelta a la tortilla, pero la salida del confinamiento ha sido pavorosa, llena de vigilancia vecinal de unos contra otros. Y de bastante egoísmo e individualismo. Aunque todavía no hemos salido de esta crisis, así que todavía hay tiempo para hacerlo mejores o mucho peores.
–La idea era publicar el poemario antes del verano, pero llegó la pandemia y todo cambió. Creo que tuviste que repasar lo ya escrito por si se había quedado algo ‘obsoleto’ por el nuevo contexto, aunque al final no cambiaste mucho.
–La idea inicial era publicarlo antes del verano, pero se paró todo con la pandemia y en el momento en el que entró Rebeca (Losada), la ilustradora, sí que modifiqué, aunque más que texto, fueron correcciones y algunos poemas los quité y añadí otros, pero sobre todo cambié el orden para que la ilustración no fuera una que subrayase un poema sí y otro no, sino que construyera una especie de segunda capa narrativa que sirviese para tener una lectura más completa del libro. Así que durante el verano, hasta agosto más o menos, estuvimos revisando cosas. El libro lo tenía escrito de antes, y quería ver después del confinamiento qué había cambiado, cómo se veía desde esos ojos de haber vivido el encierro y si había algo que había que modificar. Al final quité algunas cosas, pero sobre todo fueron correcciones de estilo y las típicas que haces hasta última hora. Me gustó la sensación que daban algunos poemas que con la pandemia tenían como una segunda relectura, sobre todo los que hacen alusión a las ciudades y al contacto de unos con otros. Me parecía relevante mantenerlos.
–Parece evidente que la cultura es fundamental en estos tiempos, aunque se maltrate desde las administraciones.
–Durante la pandemia se ha demostrado que ha sido imprescindible en todas las casas. ¿Quién no se ha agarrado a un libro, una serie, una película…? Algo que le ha hecho más llevadero este periodo. Es imprescindible tenerla en cuenta. Hace poco se aprobó en el Senado que la cultura era un bien fundamental en el país, pero también hay que entenderla como industria. Es trabajo, no es solo lo que hacemos en nuestro tiempo de ocio para matar el tiempo. Hay que cuidarla de una manera directa. Y para eso debería haber un acuerdo de protección que no solo venga de Cultura, sino también de Industria y Trabajo.
–La pandemia pilló a Vetusta Morla en el inicio de la gira ‘Canciones dentro de canciones’, que era más corta de lo habitual y en recintos no tan grandes. ¿Tenéis pensado retomarla en el futuro o es un capítulo definitivamente cerrado?
–Nos gustaría retomarla, pero a día de hoy estamos a la espera de ver la situación. Esperando a que las legislaciones se vayan modificando a medida que mejore la situación para poder volver a tocar.
–¿Cómo ves el futuro de la música en directo?
–De momento, no hay música en directo como solía haber. Espero que sea una cuestión de tiempo. Lo más preocupante es que la música es un sector que ha tardado muchos años en profesionalizarse, con el tema de ‘road managers’, de ‘backliners’, de ingenieros de sonido, de técnicos de luces… Hemos llegado a un punto donde los grupos tenían grandes propuestas que dejaban de mirar con complejo a las bandas de fuera. Han sido años en los que rara era la banda que no tenía una propuesta no solo musical, sino también escenográfica, audiovisual… El sector había encontrado gente muy válida y formada, que ahora con la crisis se está desperdigando y puede que tarde en volver. Si tienen que dedicarse a hacer otras cosas porque no va a haber eventos, la vuelta no será tan fácil, porque tienen que pagar sus alquileres. Y no todo el mundo va a estar esperando a que regresen los eventos para trabajar. Me da pena la desintegración de esos equipos humanos, empezando por la ‘crew’ de Vetusta Morla, toda esa gente que venía con nosotros en la gira, y que cuando terminan, se van con otros, porque viven de eso, de encadenar unas giras con otras. Ahora mismo se ha cortado ese flujo y no sabemos lo que tardará en volver la normalidad y la recuperación económica de la gente para ir a los conciertos. Intento ser optimista y pensar que al final todos vamos a necesitar de todos, y la música en directo seguirá siendo importante. Quizás de otra manera, menos masiva y más cercana, pero no lo sé. Todo dependerá de la legislación y, en función de ello, tendremos que encontrar formas.
–Existe mucha incertidumbre. Incluso ya se está hablando de hacer test rápidos para dejar entrar a los festivales…
–No lo sé. Eso ya es jugar a la tertulia de bar. De lo que se debe hacer o no. Son demasiadas horas hablando de eso. Ojalá vayamos mejorando todos de salud y se vaya concretando un montón de cosas que no sé si están del todo claras sobre el contagio, que si la transmisión aérea, que si el contacto directo. Entiendo que todo el mundo quiere certezas, pero ahora mismo hay más preguntas. Y en ese sentido, poco podemos hacer los músicos. Podemos reflexionar y crear de cara al futuro y aprovechar este tiempo para replegarnos y pensar. Tenemos la suerte de que el tiempo, en nuestro caso, no es como para un médico o un bombero, que es su peor enemigo. No tienen tiempo para pensar, deben actuar. Nosotros podemos reflexionar en estos meses sobre lo que va a suceder, y ojalá acabe en algo positivo.
–Vuestro último disco, ‘Canciones dentro de las canciones’, buscaba darle la vuelta a los temas de ‘Mismo sitio, distinto lugar’. ¿Hay alguno que, personalmente, prefieras la nueva versión?
–Bueno, es algo difícil, pero sí que es verdad que me resulta curiosa o emocionante la vuelta que le dimos a ‘23 de junio’. Me pareció muy acertado cambiar el patrón, el palo de 3/4 de vals y llevarlo a un patrón más juguetón. Y el cambio que hicimos en ‘Punto sin retorno’…
–Esa es mi favorita.
–Tiene un punto de emotividad y de fuerza y de dinámica muy natural en nosotros y que creo que es emocionante. De hecho, ya tocamos en directo esa versión en el fin de gira del año pasado en el WiZink. La veíamos como muy enérgica para el set eléctrico. En ‘Consejo de sabios’ también es interesante haberla llevado a 6/8. Es un toque más tradicional, popular y hace que la melodía destaque mucho. Era un juego interesante, sacar las canciones de su envoltorio habitual y probar cosas nuevas. Fue muy bonito hacerlo.
–Si fuera en cocina, sería deconstruir.
–Sí, eso es. Probarles distintos trajes, ver qué significaban. Tocar y hacer música, en definitiva.
–¿Os planteasteis en algún momento cambiar el orden de las canciones?
–Sí, lo llegamos a pensar. De hecho, lo íbamos a hacer al revés. Del final al principio. Pero nos pareció que como parte de la gracia del disco era la comparativa, aunque no para ver cuál era mejor o peor, sino lo que había cambiado, pues decidimos dejarlo igual, un disco simétrico.
–Viendo el otro día en Netflix el capítulo de ‘Song Exploder’ dedicado a la historia de ‘Losing my religion’, los componentes de REM contaban que querían hacer algo diferente, más acústico, y por eso probaron un instrumento poco habitual como es la mandolina. ¿Puede ser algo parecido a lo que os pasó a vosotros?
–En nuestro caso, la gracia era desproveer al disco anterior de toda la parte instrumental y de producción, y hacerlo como si tocáramos las canciones alrededor de un fuego. Con los instrumentos que tenemos alrededor y sin grabaciones adicionales. La idea era llevar al oyente al local de ensayo para que nos escuchara tocar esas canciones, con unos arreglos distintos.
–¿Y para cuándo un disco con canciones 100% nuevas?
–Estamos haciendo ya cosillas, pero ahora mismo es un poco pronto para saber ningún plan de cara al año que viene, porque tenemos todavía cosas sin finalizar de la gira anterior, que nos gustaría acabar. Habría que darle una vuelta a ver cómo podemos terminarla antes de abrir una nueva etapa. Pero sí que estamos con nuevos proyectos.
–Y a nivel particular, ¿algo en lo que estés trabajando y vaya a salir pronto?
–Estoy con la promoción del libro ahora, pero también componiendo y haciendo cositas. Pero si las digo, no serían una sorpresa (risas).
–Ya lo sé, pero lo mismo estás componiendo en secreto alguna banda sonora para una película.
–Me encantaría, claro. Además este es el año para hacerlo (risas).