Los siete pecados musicales de la producción
Músicos y productores del panorama indie nacional opinan sobre varios de los discos con peor reputación en la Red por su sonido, grabados por primeros espadas del rock como Metallica, Oasis, Chris Cornell, Guns N’ Roses, Red Hot Chili Peppers, Foo Fighters y U2
Algunos álbumes pasan a la historia por sus canciones. Otros por ser revolucionarios y crear tendencia. Y también los hay que, en su momento, supusieron el mejor ejemplo de lo que nunca se debe hacer en el estudio. Partiendo del mantra que nos inculcó el productor Paco Loco, ese de que «no hay un sonido bueno o malo, simplemente uno que te guste o no», existen casos en los que una buena producción podría haber contribuido a salvar el producto final; y otros en los que, a pesar de los evidentes fallos a la hora de darle forma a las canciones, son tan buenas que ni una mala mezcla o masterización, con un volumen excesivo, pueden estropearlas.
Y es que en ocasiones se dan una serie de factores que pueden disuadir a cualquiera de escuchar un disco, como que el sonido sea inadecuado, o directamente horrible (objetiva y subjetivamente), al desnaturalizar los instrumentos, y que la producción peque de ser pretenciosa, artificiosa (¡hola! década de los ochenta) o de buscar una excesiva perfección (sobreproducción) por todas las posibilidades que ofrece la tecnología actual, y carecer de autenticidad o cualquier atisbo de naturalidad, aparte del plus de los intereses comerciales.
Otro elemento importante a tener en cuenta es la elección del productor, que aporta una personalidad y estética sonora determinada –su papel en el proceso creativo llega a ser decisivo– y quizás no sea la más acertada para una banda, que también puede optar por tomar un camino más arriesgado y descubrir que los experimentos no siempre salen bien, ni en un laboratorio ni en el estudio de grabación.
Así que hemos seleccionado siete discos famosos por las críticas que en su día se escribieron en la prensa especializada y por los comentarios en diversos foros populares de internet, que ilustran a la perfección algunos de esos siete factores disuasorios (un término menos ‘comercial’ que eso de siete pecados musicales) para que músicos actuales del panorama indie y del rock alternativo nacional, productores e ingenieros de sonido, todos muy melómanos, ofrezcan su particular punto de vista sobre ellos con el paso del tiempo. ¿Y si no son tan malos como se escribió? ¿Y si realmente no suenan tan mal? Un pequeño ejercicio de revisionismo musical desde el prisma de bandas actuales e, incluso, pertenecientes a estilos antagónicos.
1. Sonido inadecuado
–Lo que se ha escrito sobre el disco: El artículo podría centrarse únicamente en el sonido a lata –a posta, según parece– de la batería de Lars Ulrich (amén del famoso ‘tempo’, que diría el profesor Terence Fletcher de ‘Whiplash’), principal foco de las críticas de medios especializados como ‘Pitchfork’, pero todo el disco suena realmente mal. Y es que en la búsqueda de unas canciones más crudas y ásperas como en el pasado (época thrash), para quitarse la etiqueta de rock comercial que se puso a Metallica en los 90, el resultado final está lejos de lo esperado, con temas totalmente monótonos llenos de sucesiones de riffs megaprocesados de guitarra caóticos (y sin solos), que parecen influidos por el nu metal. Y todo ello con la producción de Bob Rock, mismo responsable del ‘Black album’ (aunque también del ‘Load’ y ‘Reload’), quien además toca el bajo en el disco tras la salida de Jason Newsted, quien cuando se incorporó a la banda ya sufrió, se supone, la novatada de Ulrich y James Hetfield en ‘And justice for all’, con una mezcla final en la que apenas se escuchaba su contribución musical. En la lista también podría incluirse ‘Death magnetic’ por su volumen rompetímpanos. ‘Hat-trick’ de Metallica.
–Lo que nos parece ahora: La valoración de un disco como ‘St. Anger’ depende en gran medida del grado de aceptación del sonido de la batería de Lars Ulrich, más que de la banda en su conjunto. Para el productor Carlos Hernández (Los Planetas, Viva Suecia, Triángulo de Amor Bizarro, Pereza, Joaquín Sabina…) es precisamente la caja lo único que suena mal en las canciones: «Está afinada superaguda y no solo eso, sino que tiene un armónico infernal. El resto no está tan mal. Si te lo imaginas con una caja en condiciones, seguramente no habría recibido esos palos la parte de la producción».
En cambio, a un batería como Lander Zalakain (Belako) no le disgusta ese «montón de armónicos» de la caja, que «parece casi como de la primera maqueta de un grupo». No obstante, reconoce que al estar presente en todo el disco «sí que puede hacerse repetitiva».
Otro as de las baquetas, Nacho lofs iu, de la banda murciana Mala Cotton, asegura que lo que más le sorprende no son «todos esos armónicos» de la caja, sino el bombo, «que está demasiado suelto y suena como un tubo», aunque al final «se hace al oído», y los platillos, que en ocasiones «se salen de contexto», como en la canción ‘St. Anger’, con mucho plato en la parte más potente de la introducción que de repente cambia a uno «más pequeño» cuando comienza la estrofa, mezclándose con los armónicos de la caja y el charles «a toda pastilla». «Dentro de lo que cabe, no me parece un sonido tan loco, sino más bien interesante. Aunque evidentemente yo hubiera ecualizado de otra manera los platillos, el bombo y la caja. Supongo que está bien si es lo que quería el artista», razona.
Para otro batería, Juan Pedrayes (Carolina Durante y Axolotes Mexicanos), el problema con el disco son las canciones en sí, más que el sonido, «aunque se pasaran tres pueblos haciéndolo sonar mal a posta». En su opinión, «son canciones superlargas en las que pasan muy pocas cosas, generalmente con una estructura muy lineal para lo que venía haciendo Metallica».
El músico revela que durante las sesiones de grabación del próximo EP de Carolina Durante, ‘Del horno a la boca’, que se publicará el 28 de agosto, en el estudio de Paco Loco en el Puerto de Santa María, vieron el documental sobre la gestación de este disco, ‘Some kind of monster’, un periodo en el que la banda no estaba atravesando su mejor momento y «eso en parte tiene la culpa de que la hayan cagado con el disco, aunque creo que no es para tanto, teniendo en cuenta todo los palos que les cayeron».
Jesús Cobarro recuerda que cuando salió ‘St. Anger’ y en la MTV2 no dejaban de emitir el vídeo ya mítico de la canción a todas horas –grabado en la prisión de San Quintín–, pensaba que había «algo» que se le escapaba, porque todo le sonaba horrible. «Esa batería chatarrera totalmente despegada de las guitarras me hacía dudar de si el sonido de la canción era algo intencionado o si habían tenido algún tipo de problema al montar el videoclip. Aun así, al final me acabó enganchando, no sé si a pesar de su sonido o precisamente por sonar tan diferente a lo que me pedían los oídos», confiesa el cantante y guitarrista de Noise Box.
Una lucha interna parecida a la que experimentó el artista murciano Ruto Neón, que considera que el álbum contiene alguno de sus temas favoritos de Metallica, al apostar por canciones «más efectivas» que pueden disfrutarse «de una manera casual». Sin embargo, admite que «esa batería puede joderte la canción entera», aunque cree que «son tan buenas y potentes que si eres capaz de escucharlas de una manera más superficial, puedes gozarlas mucho».
Para Juanfra Cerdá, cantante y guitarrista de Kracauer, el disco es una víctima más de las nuevas tecnologías de mezcla y ‘mastering’, porque «está tan apurado y tan enroscado en todas las bandas de frecuencia que apenas hay espacio para la dinámica». Eso le lleva a reflexionar sobre qué pasa cuando un tema suena a todo volumen todo el rato: «Pues que todo está tan cañero, que nada suena cañero». Y otro de los problemas, a su juicio, es que a Lars Ulrich le regalaran una batería de pequeño. «Esa sí que es una de las grandes tragedias de la historia de la música moderna», bromea.
2. Pretencioso
–Lo que se ha escrito sobre el disco: ‘Be Here Now’ es el equivalente a un ‘(What’s the Story) Morning Glory?’ ‘puesto’ de esteroides (Reddit ‘dixit’). Grabado en el momento de mayor popularidad, y ego, de la banda y en plena espiral de drogas, la palabra ‘demasiado’ se queda corta con unas canciones excesivamente largas, y repetitivas, arropadas por una producción ostentosa, de ínfulas pretenciosas, a cargo de Owen Morris y el propio Noel Gallagher, demasiado empeñado en que todo sonara épico (con partes musicales aderezadas con una orquesta de 36 músicos y efectos de sonido a doquier). El muro de guitarras que tan bien había funcionado a la banda en los dos anteriores trabajos es llevado al extremo (hay 30 pistas de guitarra en ‘My big mouth’) y acaba saturando las canciones, hasta el punto de que el bajo es inaudible. El mejor ejemplo es comparar la versión original de ‘D’You know what I mean?’ y la ‘revisión’ publicada en 2016 como parte del lanzamiento de la reedición de ‘Be Here Now’. ¿Cuál suena mejor? Cuestión de gustos (yo prefiero la original), porque todos esos excesos son parte de la magia del disco.
–Lo que nos parece ahora: Vista la deriva musical que experimentó Oasis tras ‘Be Here Now’, quizás no es un disco tan malo (las notas de los medios especializados son más bien altas). Ni siquiera pretencioso, según el productor Santi García (Toundra, Exquirla, Standstill, La Habitación Roja, Viva Belgrado…), que se declara fan y asegura que ya les gustaría a muchísimas bandas actuales sonar como los de Mánchester en ese disco. «De hecho, muchos clientes de mi estudio –Ultramarinos Costa Brava– me lo han puesto como referencia antes de grabar; con esto lo digo todo», revela.
Cris Lizarraga (voz y teclado), Josu Ximun Billelabeitia (guitarra y voz), Lore Nekane Billelabeitia (bajo) y Lander Zalakain (batería), de Belako, también alaban un trabajo que los hermanos Gallagher publicaron cuando estaban en lo más alto de las listas de éxitos y que describen como «un disco curradísimo de estudio» y especialmente conocido por su cantidad de pistas. «Lo difícil de esto sería llevarlo al directo... Pero esta gente podía permitirse tocar con una orquesta entera en un concierto o con 15 guitarristas, aunque luego no lo hicieran», bromean.
Sin embargo, Aleix Turon, voz, guitarra y bajo de Cala Vento, considera que es uno de los discos «más soporíferos» de Oasis, si bien es cierto que reconoce que no es un gran fan de la banda, «aparte de cuatro o cinco canciones que tienen que son monumentales».
Ruto Neón sostiene que uno de los problemas del álbum es que, aunque le suele gustar que los músicos «tengan mucha mano en la producción de sus propias canciones», como es el caso de Noel Gallagher en Oasis –aunque para este disco no fue del todo positivo, ya que el compositor reconoció que por aquella época «consumía toda la cocaína que podía encontrar»–, porque les permite experimentar y crear algo mucho más personal, también se arriesgan a que pase lo que sucede con ‘Be Here Now’, que «todas las canciones se convierten en un colchón de acordes eléctricos que no dejan a la música respirar y que eliminan la sensación de armonía». A pesar de todo, valora que fue un «experimento que podría haber salido bien y, además, tenían la libertad para intentarlo» después de dos grandes discos como ‘Definitely Maybe’ y ‘(What's the Story) Morning Glory?’.
3. Mala elección del productor
–Lo que se ha escrito sobre el disco: El mejor ejemplo de una mala elección de productor y de colisión de estilos. Chris Cornell cambió las guitarras de Soundgarden, Temple of the Dog y Audioslave (en la premonitoria portada del disco aparece a punto de estampar una contra el suelo) por el pop de corte R&B y hip hop manufacturado al por mayor de Timbaland (y su equipo de productores), que en su momento cosechó enorme éxito con Justin Timberlake, Missy Elliott y Beyoncé en la década de los 2000. La idea de Cornell era hacer algo así como su propio ‘A night at the opera’ de Queen, pero lo que queda al final no son ni siquiera esos ‘hits’ típicos del productor norteamericano que no paraban de sonar en la radio y aparecer en la MTV, sino que el resultado es una de las mejores y más desgarradoras voces del rock ‘autotuneada’, unas bases rítmicas que parecen fuera de lugar en canciones como ‘Scream’ y letras nada profundas como «that bitch ain’t a part of me» de ‘Part of me’. Trent Reznor, de Nine Inch Nails, lo describió así en Twitter: «¿Conocen esa sensación de cuando alguien se avergüenza tanto a sí mismo que hace que tú te sientas incómodo? ¿Escucharon el álbum de Chris Cornell?». Años después se disculpó por el comentario.
–Lo que nos parece ahora: «Creo que este disco de Chris Cornell responde a un momento muy concreto en el que la música comercial consiguió que al rock le diera una crisis de ansiedad de la que todavía no se ha recuperado del todo. ¿Os acordáis de cuando intentabas llegar a la primera fila en un festival y volvías a casa con contusiones?», reflexiona Juanfra Cerdá, quien añade que «‘Scream’ es una canción tan buena que ni siquiera Timbaland pudo cargársela del todo». El cantante de Kracauer se lamenta de que por aquellos años otro grupo icónico, Weezer, también andaba «tonteando con estas bobadas y apartándose del sonido que los hacía únicos». Para Aleix Turon, este disco es como el día que se le ocurrió «mezclar palomitas con aceitunas; no tenía ningún sentido hacerlo».
El productor (Bunbury, The Posies, Mikel Erentxun, Neuman, Hinds…) y guitarrista de bandas como Australian Blonde y Los Locos, Paco Loco, defiende que, en un momento dado, Chris Cornell, «acostumbrado toda su carrera a las guitarras», apostara por un productor de hip hop «simplemente porque le apetecía cambiar». Pero no a todo el mundo le convence una apuesta tan arriesgada, y menos el resultado final. Ruto Neón dice de este álbum que da la impresión de que el cantante norteamericano ya lo tuviese grabado casi todo y que «apareciese el productor en el último momento diciendo: ‘A esta canción le falta un poco de pum chin pum’». Por ese motivo, argumenta que quizás para adaptar la música alternativa a un sonido más comercial «debe hacerse desde la base».
Manuel Cabezalí confiesa directamente que no puede escuchar el disco entero: «Lo aborrezco». Y el motivo es que siempre ha sido un gran seguidor de Soundgarden, que es el grupo de su adolescencia, y posteriormente de Audioslave. «Escuchar la voz de Chris Cornell con ese envoltorio, pues digamos que casi me siento como traicionado», argumenta el líder de Havalina, productor de Rufus T. Firefly y guitarrista de directo y/o estudio de Zahara, Russian Red, Anni B Sweet, Christina Rosenvinge, La Bien Querida… Aunque plantea una cuestión interesante a la hora de juzgar el trabajo: «¿Cuál sería la reacción de una persona que no haya escuchado nada de Chris Cornell y que sea fan de ese estilo de música más ‘mainstream’. Igual le gustaría, aunque a mí me parezca un engendro. El prisma en estas cosas es muy importante». Pues quizás tenga toda la razón, pero…
4. Sobreproducción
–Lo que se ha escrito sobre el disco: Quince años, 14 estudios de grabación, 13 millones de dólares, numerosas regrabaciones y un incontable desfile de músicos, técnicos de sonido y hasta una gurú espiritual hicieron falta para dar vida a este capricho de Axl Rose (no participaron ni Slash ni Duff McKagan), quien ejerce de productor junto a Caram Costanzo (nombre que finalmente aparece acreditado, porque a lo largo de todo el proceso participaron otros como Bob Ezrin, Eric Caudieux, Sean Beavan y Tim Palmer). ¿La calidad del disco está acorde con semejante dispendio de recursos y de tiempo? Obviamente, no. El resultado final es lo esperado por esa búsqueda obsesiva de Rose de la perfección y por alejarse del ‘Appetite for Destruction’ y sonar contemporáneo, un disco sobreproducido, que experimenta con el rock industrial y cuyas canciones, según ‘Pitchfork’, son «relativamente sencillas y parecidas», pero se pierden en un laberinto mediante las técnicas modernas de producción para ofrecer la «falsa sensación de que es un trabajo complejo» y grandilocuente. ‘November Rain’ en mal.
–Lo que nos parece ahora: Si bien Carlos Hernández opina que ‘Chinese Democracy’ no peca de sobreproducción, sino que en su debe hay que señalar más bien que se trata de «un disco heavy con los peores sonidos de guitarra» que ha escuchado nunca, para Juanfra Cerdá es un claro ejemplo de un LP que no está a la altura a nivel compositivo, especialmente en comparación con una obra maestra como ‘Appetite for Destruction’ y los dos volúmenes de ‘Use your Illusion’. «Aunque pienso que una mala producción puede joderte un buen tema (que se lo digan a Kurt Cobain con ‘Pennyroyal Tea’), lo cierto es que pese a todas las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, si los temas no tienen ese ‘je ne sais quoi’, no hay por donde salvarlos», sostiene.
En una línea similar, Pedro Hernández, teclista de Nunatak, asegura que se trata de un disco que le da la sensación de ser «una obra de ingeniería musical más que de música en sí» y al que le falta calidad en la composición base de las canciones, en la idea inicial. «No hay estribillos que funcionen, como sí lo hacen los del ‘Appetite for Destruction’, y por mucho que se haya intentado cubrir eso con el manto de una producción descomunal, no se consigue un resultado convincente», expone. No obstante, considera que una producción sobredimensionada no tiene por qué ser sinónimo de mal disco: «Si el germen de las canciones es potente y transmite, una producción así puede potenciar y engrandecer el producto final. Michael Jackson, Queen y los Beach Boys son ejemplos clásicos de ello».
Pero no todo es negativo. En el lado de lo bueno hay algunos cortes, los más lentos o de sonido más pesado, como ‘Sorry’ y ‘Street of Dreams’, de los que valora que «conectan emocionalmente con el oyente y transmiten algo más, aparte de la calidad vocal y el enorme registro que tiene Axl Rose, y el intento de desarrollar un sonido original».
A la hora de hablar de sobreproducción, Manuel Cabezalí entiende que existen matices que son muy visibles para los productores y todos los que se encuentran dentro del negocio, así como para los más melómanos, pero no para el público en general. «Si escuchamos la música como música, como un oyente normal, con la emoción y no tanto analizándola, pues nos daremos cuenta de que no es tan importante lo que es el concepto de producción, y lo digo yo que me dedico a esto». Desde su punto de vista, lo más importante es «la conexión del artista consigo mismo».
El grupo Belako aboga por que en los discos haya «diferentes dinámicas y se entiendan todos los matices o texturas», por lo que prefiere una producción más al estilo de The Flaming Lips que la grandilocuencia con la que está concebido ‘Chinese Democracy’. «Hoy en día muchos discos suenan igual o muy parecidos y, en ese sentido, admiramos a The Flaming Lips porque arriesgan en sus producciones. Como ejemplo pondríamos ‘The Soft Bulletin’, que combina sonidos orgánicos o sucios con detalles más electrónicos. A parte de esto, tiene detalles sonoros muy curiosos, como instrumentos que pasan de un lado a otro, lo que hace que su escucha sea más difícil en los medios en los que se suele escuchar hoy en día la música, como altavoces pequeños o directamente desde los altavoces de móviles o tabletas, ya que el efecto estéreo se pierde de esta forma».
5. Volumen demasiado alto (mezcla y masterización)
–Lo que se ha escrito sobre el disco: No todos los discos de la lista iban a ser flojos. ‘Californication’ es un gran álbum a pesar de su sonido. Y es que el bueno de Rick Rubin, uno de los productores más prestigiosos de la industria musical, no es tan cuidadoso con el tema de las mezclas y masterizaciones de sus trabajos (o al menos en la elección de los responsables de hacerlo), por lo que el disco suena demasiado alto, con un exceso de compresión que satura lo que sale por los altavoces (la mayor parte es en mono, para mantener el volumen muy alto), además de pecar de falta de definición y de matices. Se trata de una víctima más de la ‘guerra del volumen’ (‘loudness war’)’, la creencia (y obsesión) de la industria de que cuanto más fuerte suene todo, mejor, lo que lleva a que cada año se eleve un poco más el volumen de los discos, modificando los criterios de ecualización y provocando un retroceso en la calidad del sonido. Aunque quizás el ejemplo más famoso de esta práctica es el ‘(What’s the story) Morning Glory?’ de Oasis, que supuso una ruptura total con los discos de su época, con volúmenes tan altos como para que las canciones se escucharan en un pub abarrotado de hinchas ruidosos del Manchester City.
–Lo que nos parece ahora: ‘Californication’ marca un antes y un después (para bien o para mal) en la trayectoria de Red Hot Chili Peppers. Fue el disco a partir del cual Paco Loco perdió el interés en la banda, aunque reconoce que «la producción fue acertada, porque vendieron más de 15 millones de discos». Pero tiene fallos evidentes. Para Jesús Cobarro, «el ‘mastering’ está tan apretado que le falta aire y los tímpanos se resienten después de un rato de escucharlo», mientras que Carlos Hernández no es contrario a subir el volumen en ciertos géneros musicales. «No sé qué hay de malo en poner a saco un disco. Se consigue algo peculiar que, si no lo haces, no tienes. Hay gente muy pesada con la dinámica en la música», apunta el productor e ingeniero de sonido.
Un argumento que comparte Santi García, quien confiesa que le apasiona la ‘guerra del volumen’ y defiende que cuanto más fuerte estén los discos, mejor, «porque eso no significa que no haya dinámicas y que no esté bien hecho el trabajo. El disco puede sonar brutal y tener dinámicas, solo que hay que saber hacerlo».
La crítica que hace Aleix Turon es que lo considera «un disco más plano y pequeñito» en cuanto a sonido con respecto a los dos anteriores, «repletos de espacio y matices», pero que cuenta con grandes canciones.
La mayoría de las opiniones sobre ‘Californication’ son positivas. «Es un claro ejemplo de que cuando una canción es buena y está bien producida, la mezcla y la masterización son cosas en las que solo se fija la gente de este sector. No creo que este disco suene horrible en absoluto porque las canciones estén al volumen que estén. Siguen sonando compactas y transmitiendo», asegura Lalo Gómez-Vizcaíno. Aunque el guitarrista de Ayoho y productor de Arde Bogotá también reconoce que se podría haber evitado alimentar la ‘guerra del volumen’ y haber cedido en favor de una imagen un poco más estéreo. «Cuando vienes de escuchar otras canciones en un buen equipo o en auriculares, te choca que de repente se pierda la sensación de amplitud, y quizás haya sido esa la razón por la que los detalles en las canciones se pierden», explica.
Para los componentes de Belako, se trata de un disco que debe sonar alto, «porque no hay muchas pistas ni orquestaciones ni instrumentación variada, es lo que pide». Una valoración similar a la de Manuel Cabezalí, que considera que ‘Californication’ plasma un momento muy bueno de la banda americana, con la vuelta del guitarrista John Frusciante y la tercera colaboración con el productor Rick Rubin. «Tienen pinta de que son músicos que no se flipan pensando ‘vamos a trabajar con alguien distinto que nos dé un aire muy diferente’ y cosas así. Y al final sus discos son sencillos, con pocos elementos: guitarra, bajo, batería, la voz del cantante y poco más. Tienen su propio sonido y lo graban genial».
6. Artificioso
–Lo que se ha escrito sobre el disco: En plena depresión musical, tensiones internas (se desecharon unas maquetas que costaron un millón de dólares) y rumores de separación, Dave Grohl intentó dar una vuelta de tuerca al sonido de Foo Fighters, tras su experiencia como batería de Queens of the Stone Age, para hacerlo más heavy, oscuro y agresivo, más parecido a cómo suena la banda en vivo. Sin embargo, su experimento ‘falla’ (entrecomillado, puesto que ganó el premio a mejor disco de rock en los Grammy en 2004 y fue un éxito comercial) porque la sensación final es de un trabajo descafeinado (de transición), a medio hacer, pero a la vez demasiado artificioso –es el primer álbum en el que los productores, la propia banda y Nick Raskulinecz, emplean el Pro Tools– en busca de exagerar esa nueva crudeza (a la batería le falta en ocasiones pegada) que solo funciona en ‘Low’ y ‘All my life’, pero que no termina de convencer. Únicamente ‘All my life’ y ‘Times like these’ sobreviven en los ‘setlists’ de los conciertos y ‘One by One’ suele ser elegido como el peor disco de la banda, porque de la segunda mitad nadie se acuerda.
–Lo que nos parece ahora: «Es difícil contradecir al creador de una obra cuando él mismo dice que es su trabajo ‘menos favorito’», señala el redactor de ‘Alternavivo’ Carlos García, quien no obstante asegura que es un disco al que le tiene un especial cariño porque fue el primero de Foo Fighters que esperó que saliese publicado, con canciones como ‘All my life’, «un trallazo espectacular con un final que te vuela la cabeza», y ‘Times like These’, «que estaría en el ‘top 3’ de canciones que más recuerda la gente» de la banda norteamericana.
Una opinión que comparte Aleix Turon, que reconoce que «de cada disco de Foo Fighters (y de la mayoría de grupos de la historia) se aprovechan dos o tres canciones, pero ‘All my life’ es suficiente para justificar este álbum», algo que bien se podría aplicar con ‘The pretender’ y un LP como ‘In your Honor’.
Ramón Gómez lamenta que se trata de «una tradición horrible» que viene de los tiempos más duros de la industria, cuando había que «rellenar» los discos para sacarlos a la venta después de crear el temazo. «Me pasa lo mismo con otro grupo muy grande como es Foals. En todos sus discos siempre hay una o dos canciones superlativas y luego las demás están bien para ponerlas de fondo mientras juegas al ‘FIFA’, pero no me pidas que te cante alguna», expone el bajista de Claim. A su juicio, se trata de una estrategia muy común de muchos artistas: «Con estas dos canciones me saco dinero para el Maserati y con las otras diez sacio mi vena artística, con la que mis amigos y yo nos autocomplacemos delante del espejo».
A pesar de ello, Carlos García insiste en que la grandeza de la banda reside precisamente en que ellos mismos lo denominan su peor trabajo, aun cuando hay dos canciones que son de los puntos más álgidos de sus conciertos, además de ser un álbum que les consagró a nivel de ventas en todo el mundo. «Es un disco regular para Foo Fighters, pero podría ser extraordinario para cualquier otra banda», concluye.
7. Experimentos fallidos
–Lo que se ha escrito sobre el disco: Convertidos en la banda más grande del mundo, U2 intentó fusionar el rock de estadio con la música tecno en su disco ‘Pop’, que por las presiones de acabarlo lo antes posible para arrancar una nueva gira mastodóntica se quedó como un producto inacabado (posteriormente se han hecho numerosos ‘remixes’ y nuevas versiones de las canciones), y sin el impacto de otros experimentos anteriores como ‘Achtung Baby’ y ‘Zooropa’. Los propios músicos admiten que no tuvieron el tiempo necesario para darle la atención que las canciones necesitaban. Para el proyecto contaron con un equipo de productores de electrónica de primera línea en los 90, como Flood, Howie B y Steve Osborne, que lograron que la guitarra de The Edge y la batería de Larry Mullen Jr. sonaran irreconocibles e introducir elementos electrónicos (‘loops’, ‘samples’, sintetizadores…), pero el experimento apenas dura unas pocas canciones (‘Discothèque’, ‘Do You Feel Loved’, ‘Mofo’ y ‘Miami’) y no termina de funcionar, porque en el resto se recurre a esquemas más convencionales del rock, con ‘Gone’ como uno de los mejores ejemplos, y a las típicas baladas de U2, aunque sin la brillantez del pasado. Es el disco con el que la banda arriesgó más (por última vez), pero quedándose a medias, o como lo definió Bono: «La grabación de maquetas más cara de la historia de la música». Aunque lo que seguro no esperaba es que después publicaron discos incluso peores.
–Lo que nos parece ahora: Sobre este disco hay dos ideas contrapuestas muy interesantes. Por un lado, Carlos Hernández argumenta que los fans normalmente quieren que sus grupos favoritos «no se salgan nunca del sonido que les enamoró en su día» porque, en el momento en que «hacen cosas raras», pues deja de gustarles. «Aunque la verdad es que las canciones son muy flojas en comparación con sus ‘hits’, pero la producción no está mal», indica. Sin embargo, Paco Loco es más de lo que piensan que «siempre es algo positivo cuando un grupo cambia de sonido y de registro», como U2 virando hacia la electrónica. «Mis discos favoritos de la historia son aquellos en los que el grupo más ha cambiado», reconoce.
Mi valoración es que la banda irlandesa simplemente cogió una idea que parecía buena, lo de incorporar elementos de la electrónica a su música, pero de una forma demasiado superficial, sin llegar a profundizar. Quizás con más tiempo (y si hubiera incluido la canción ‘Hold me, Thrill me, Kiss me, Kill me’ publicada dos años antes en la BSO de ‘Batman Forever ‘) el resultado final hubiera sido mejor, pero ya nunca se sabrá. Lo que sí se sabe es que, a partir de entonces, U2 ya no volvió a arriesgar en su sonido (con estrategias tan cuestionables como cuando Apple casi obligó a los usuarios de iTunes a escuchar ‘Songs of Innocence’).
Pese a todas las críticas y a tratarse de un trabajo menor en la carrera del grupo (apenas ‘Gone’ sobrevivió en las giras posteriores), la mejor forma de valorar ‘Pop’ en su justa medida es volver a escuchar el álbum y después su continuación, el exitoso ‘All That You Can’t Leave Behind’. ¿Cuál suena más actual en 2020 y no a lo mismo de siempre?
Para Manuel Cabezalí, el factor en común de todos los discos incluidos en la lista es que se grabaron bajo una enorme presión. «Creo que lo más importante es que el músico no trabaje bajo presión, que de alguna manera esté en contacto con su ‘yo artístico interno’ y no esté condicionado por todo el contexto que vive. Muchas veces es difícil escuchar ese ‘yo interno’ si hay mucha gente alrededor diciendo lo que debe o no hacer. Cuando el artista empieza a escuchar demasiado lo que la gente opina, es cuando pierde el norte, y en bandas como U2 o Metallica, con la cantidad de opiniones alrededor de ellos, se pone todo muy cuesta arriba. Quizás esa sea la principal causa por la que la mayoría de los grupos y de los fans renieguen de estos discos, más allá de los problemas evidentes en la producción», concluye.