Sôber: «Hemos tocado tanto en Murcia que nos van a entregar las llaves de la ciudad»

 
Carlos Escobedo, en uno de los conciertos de la gira sinfónica. / JAVIER BRAGADO

Carlos Escobedo, en uno de los conciertos de la gira sinfónica. / JAVIER BRAGADO

 

El grupo editó el año pasado 'La Sinfonía del Paradÿsso', una reinterpretación de su mítico álbum, 'Paradÿsso', junto a la sinfónica OCAS y el próximo 19 de enero traerá su directo al Teatro Circo de Murcia acompañado por la Orquesta de la Universidad de Granada; hablamos con su cantante, Carlos Escobedo

 

 

Hablar del año 2000, para los que ya tenemos cierta edad, es como comentar algo que pasó hace dos días. Poca sensación más desazonadora que pararse a pensar que de aquello hace ya 19 años. Y muchas cosas suceden en ese tiempo. Y en lo musical, más. En aquella época el hard rock estaba en auge, con el ‘nu metal’ en su máximo apogeo. España no era una excepción y las grandes discográficas apostaban por darle cabida a sonidos duros dentro de su catálogo. Así, Muxxic firmó a Sôber, les llevó a Los Ángeles y parieron ‘Paradÿsso’ (2002), un disco que cambiaría su destino y me atrevería a decir que el del metal español en general. La banda editó el año pasado ‘La Sinfonía del Paradÿsso’, una reinterpretación de aquel mítico álbum junto a la sinfónica OCAS y el próximo 19 de enero traerá su directo al Teatro Circo de Murcia acompañado por la Orquesta de la Universidad de Granada. Nos ponemos en contacto con Carlos Escobedo (Madrid, 1975), cantante y bajista del grupo, además de uno de los ‘frontmen’ más respetados en la escena rock del país, para hablar acerca de aquellos años, el presente y futuro de Sôber y qué nos deparará el concierto del TCM.

–’Paradÿsso’ fue el disco que os cambió la vida. ¿Cómo recuerdas el proceso de explosión de Sôber en el 'mainstream'? Cuando lo grabasteis, ¿teníais la sensación de que podía ser el disco que os hizo dar el salto?

–Realmente, cuando grabas un álbum tienes diferentes sensaciones. Creo que ocurre con todos, pero quizás con este sí que es cierto que veníamos de una compañía independiente, Zero Records, y había otra que estaba empujando y que incluso tuvo que pagar el contrato, unos diez millones de pesetas de aquella época, para que nos dejaran libres. Como los fichajes de fútbol. Ahí es cuando te das cuenta de que, de repente, esto no suele pasar en el movimiento un poco independiente de compañías pequeñas. Si te falta por grabar un disco en el contrato, pues tienes que acabarlo y ya arrancar con el siguiente. Pero ahí estaba Muxxic, que es la compañía que quería al grupo sí o sí. Sabíamos que iba a hacer una inversión importante porque veía en el grupo algo que a lo mejor otras compañías u otros promotores no. Eso fue un poco lo que también nos marcó en ese momento. Y nos embarcamos en hacer el disco, que lo grabamos en los estudios Cube de Madrid y decidimos ir a mezclarlo fuera. Y nos pusieron muchas facilidades para viajar a Los Ángeles a hacerlo. Todo pintaba muy bien. No había problemas de presupuesto, que es muchas veces lo que falta para hacer este tipo de cosas. Sí que es cierto que luego, hablando con ellos, nos dijeron que veían que teníamos una serie de canciones y que, sobre todo, la sociedad estaba en un momento en el que el rock sonaba mucho, tanto en las radios comerciales como en la televisión. Ocurrían cosas que a lo mejor a día de hoy son impensables. Consideraban que les faltaba una banda de rock y apostaron por nosotros.

–¿Cómo vivisteis ese momento?

–Pues, desde que salió el disco, recuerdo que ese mismo día tocamos en la sala Aqualung, en Madrid, que tenía capacidad para unas 1.400 personas, y se llenó entera. Y poco a poco, cada semana, nos daban el reporte de discos vendidos y empezamos con 25.000. Me acuerdo de que había pasado un año y fue cuando salió el single de ‘Arrepentido’, y ya estábamos en 77.000 copias. Y, de repente, pasamos a casi 100.000, y fue cuando pegó el salto a estar en todas las tiendas. El disco acababa en el carrito de la compra de mucha gente que a lo mejor no escuchaba rock. Y eso fue algo que marcó un poco la diferencia del lugar del que veníamos y hacia dónde íbamos. Posicionó al grupo y, sobre todo, a las canciones. A día de hoy vuelves a escuchar los temas, incluso ahora con la sinfónica, y son grandes canciones. Creo que el paso del tiempo no las ha deteriorado. El apoyo mediático que tuvo ese disco fue algo ejemplar.

–'La Sinfonía del Paradÿsso' la grabasteis con más de 40 instrumentistas. ¿Cuál será el formato del concierto en el Teatro Circo de Murcia?

–Pues justo el otro día hablé con el director de la orquesta y creo que finalmente serán entre 42 y 44 músicos, que es el número para el que están hechas las partituras. Sí que es cierto que en otras ciudades, donde los recintos no son tan grandes, bajamos la cifra. En Barcelona tuvimos a unos 36, y en otros sitios en torno a 25. Pero debo decir que a Murcia irá la orquesta completa, ya que el Teatro Circo dispone de un escenario brutal y merece la pena que se llene con toda la orquesta.

 

 
A día de hoy vuelves a escuchar ‘Paradÿsso’ y son grandes canciones; el paso del tiempo no las ha deteriorado
 

 

–Acabáis de estrenar el documental 'La Arquitectura del Paradÿsso', un ‘making of’ de todo el trabajo que hay detrás del disco. ¿Cuánto tiempo tardó el proyecto en tomar forma y cómo surgió la idea?

–La idea surgió hablando con un amigo, de los pocos que hay en la industria que son serios y que ha trabajado para los más grandes. Fue mánager y road mánager de José Mercé y ha trabajado con artistas muy grandes. También estuvo en la gira de Savia, mi otra banda, y con Sôber. Me acompaña desde hace mucho tiempo y fue un poco quien encendió la chispa. La idea de grabar con una orquesta siempre rondó por mi cabeza, pero él tuvo ese momento de decirme que había conocido a Manuel Paz, el director de la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS), que había hecho cosas muy interesantes con varios artistas, que le propusiera trabajar juntos. Hicimos una toma de contacto con dos primeras canciones a ver qué tal funcionaba todo. Y a partir de ahí fue cuando se encendió la llama de esas ideas que siempre había tenido en la cabeza de mezclar las canciones más épicas, que son más como una banda sonora porque tienen ese punto de imaginártelas al final de una película, y darles ese punto de sinfónica. Creo que merecía la pena. Pasaron dos años y pico, porque entremedias publicamos el disco 'Vulcano', aunque ya trabajaba con Javier Blanco, quien fue el arreglista de los temas, estudiando canción por canción, viendo hacia dónde tenía que ir, qué tipo de instrumentos le pegaban más, si más metales o más cuerdas o en otras quizás un punto más a lo James Bond.

–Supongo que el tema de los arreglos fue lo más complicado.

–Nos llevó bastante tiempo A veces la instrumentación iba con los ‘riffs’ de guitarra y otras veces todo lo contrario. Son muchos instrumentos y, al final, cuando se hace una línea de lo que toca el violín, hay que componer la parte del chelo, del contrabajo, de las violas… Y eso se complementa con el oboe. Al final es un trabajo espectacular y cuando ves finalmente la partitura piensas: 'madre mía, todo lo que hay aquí'. De ahí venía un poco lo de 'arquitectura' para el título del documental. Al fin y al cabo vas construyendo desde unos pilares un edificio. Ha sido un trabajo complejo, pero muy gratificante. No puedo decir otra cosa, porque a día de hoy, después de ver lo que hicimos en el concierto de Barcelona, con un lleno total en la sala Barts, y las caras del público, y comprobar cómo sonaba ya todo con la Barcelona Rock Orchestra, que ya tocó con nosotros en el festival Rock Fest. Nos sentimos muy cómodos.

–¿Llevaréis este formato a más festivales?

–Me encantaría. Hay dos o tres a los que se los hemos propuesto y quizás suceda. Los festivales están bien para ir a dar saltos y pasártelo de puta madre. Pero que uno de los conciertos tenga ese punto más melódico hace que coja más dinámica el propio festival. A ver si hay suerte y podemos hacerlo en algunos más.

–Muchas bandas de rock han grabado anteriormente con orquesta. ¿Cuál es tu disco favorito?

– El ‘S&M’ de Metallica. Es un poco la mejor combinación a nivel de ‘riffs’, de cómo las orquestaciones empastan con canciones tan emblemáticas, que tienen unos estribillos muy potentes. A veces piensas cómo pueden crecer algunas de las canciones incluso más. Creo que Metallica consiguió esa vuelta de tuerca. En nuestro caso, como era un disco de estudio, al final hemos grabado teniendo a la orquesta como referencia. No es sumarle la orquesta a una canción ya grabada. La historia que nos planteamos era empezar de cero, volver a grabarlo todo. Eso es lo bonito y lo más complicado.

–Hace ya casi 13 años de la muerte de Alberto Madrid, vuestro primer batería. Su figura imagino que habrá estado muy presente al revisitar los días de 'Paradÿsso'.

–Por supuesto. Ha sido algo fundamental. Hay un disco compuesto, una obra de una persona. Hasta Manu Reyes –el batería actual– nos decía 'yo de aquí no me voy a salir mucho, porque Alberto tiene que seguir presente'. Creo que tenía bastante claro que la parte de Alberto debía seguir viva. El otro día escuché el nuevo disco de Tesseract y pensaba que a él le encantaría, porque ya apuntaba a grupos como Meshuggah, que tienen ese tipo de contratiempos y métrica complicadas. Me acordé mucho de él. Su presencia es diaria.

–Da la sensación de que no vivimos los mejores tiempos para que surja un nuevo fenómeno como el vuestro. ¿Qué factores crees que hacen que no aparezcan nuevas bandas superventas en el hard rock nacional?

–Creo que ahora mismo sería muy complicado tal y como está el mercado. Aunque todo vuelve, porque todo es cíclico, ahora mismo en cabeza está lo que es el indie, con grupos como Vetusta Morla, que tienen una afluencia espectacular de público a los conciertos. Metió a 40.000 personas en la Caja Mágica, la misma gente que un festival como el Download, que llevó en 2017 a System of a Down, Linkin Park y otros muchos grupos. De repente llega un grupo de Tres Cantos y lo revienta. Me parece genial. Creo que el público no apuesta por el rock. No sé si es por carencia de bandas que rompan moldes o porque tampoco se les da mucha opción. Hasta las compañías discográficas americanas ahora apuestan bien poco por el rock. Hay discos que suenan peor ahora que los anteriores, con menos presupuesto y menos de todo. Hay un poco de desmotivación dentro del rock. Soy productor y estoy haciendo un disco justo ahora en el estudio y la pregunta del millón es esa: una vez que hemos grabado esto, ¿ahora qué? ¿Qué hacemos? ¿Quién puede confiar en nosotros? ¿A dónde voy con este material? Pues está complicado haciendo hard rock y rock. Hay otros grupos que apuestan por el mestizaje, tipo La Raíz, y a los que también les va de maravilla. Pero se sale de lo que es el hard rock. Tienen otro estilo más marcado. Lo que es el rock, el metal y demás están bastante tocados. Y eso que hay bandas buenísimas. Hace poco hice la producción del disco de Megara, un grupo que apunta maneras, pero lleva bastante tiempo, invierte todo su dinero en hacer buenas presentaciones y que la gente salga boquiabierta de los conciertos y, aun así, les cuesta un montón que les llamen de festivales.

 

 
El público ahora no apuesta por el rock, no sé si por carencia de bandas o porque no se les da mucha opción
 

 

–Sôber tiene una relación especial con Murcia. Habéis tocado en bares como La Boca del Lobo, salas grandes como la Gamma e incluso en la Plaza de Toros. Y ahora en un teatro. ¿Qué recuerdos tienes de por aquí?

–Decíamos un poco de coña que en Murcia nos iban a dar las llaves de la ciudad. No solo lo que es Murcia capital, en la Región hemos tocado en las fiestas de todos los pueblos. Creo que un verano hicimos como 14 o 15 conciertos. Al final, sabíamos de memoria hasta los sitios donde parar a comer y nos decían mucho lo de 'otra vez por aquí'. (Risas). Creo que en Murcia tuvimos un ‘boom’. El grupo llegó a vender dos mil y pico entradas en la Plaza de Toros –se montó una carpa enorme–. Tuvo una repercusión importante. Y de ahí viene que no falte mucho para agotar en el Teatro Circo. El grupo caló en Murcia y la gente sigue respondiendo, aunque hayan pasado muchos años. El público se ha hecho mayor, pero sigue contigo. El tema es que las canciones, al no pasar de moda, siguen formando parte de la banda sonora de una vida. Incluso diez o 15 años después, la gente quiere seguir viendo al grupo, y más en un formato tan especial como este. Hay parejas que vienen con sus hijos. Es un momento de decirles que van a escuchar lo que les gustaba a sus padres de jóvenes.

–Recuerdo en concreto un concierto tuyo, con Savia, recién montado el grupo, en La Boca del Lobo. ¿Cómo surgió aquello?

–Fue divertido. Se trató de algo anecdótico. Teníamos muchos recuerdos de haber estado en el bar con Sôber, tomando algo, y surgió la posibilidad de que fuéramos a hacer un concierto con Savia, porque nos cubrían todos los gatos y podíamos aprovechar para hacer promoción de la banda y del disco. Y dijimos que sí. Alcanzamos ese punto de romper con los grandes conciertos, con todo el estrés que conllevaban. Durante la última época de Sôber hacíamos seis conciertos seguidos, y eso para la voz era jodido y suponía un enorme desgaste. Llegó ese momento de relax, de voy a tocar en un sitio para simplemente pasarlo bien, sin ningún estrés y sin tener encima al mánager. (Risas) Lo pasamos genial.

–¿Publicaréis nueva música en 2019?

–Tenemos ya algunas canciones. Nos hemos metido al local de ensayo a ver temas nuevos, y sigo componiendo. Hay cinco o seis cosas que están para quedarse. Aunque no sé si para 2019, puesto que arranca la gira y ya nos ha salido algún festival, pero creo que para finales de año sí que nos meteremos en el estudio, si no pasa nada. Estaremos grabando lo que será el nuevo disco y verá la luz a primeros de 2020. Nuestro último álbum, ‘Vulcano’, salió en 2016, y la gente ya tiene ganas de escuchar canciones nuevas.