Crónica del Mad Cool 2023: la música compensa la mala logística
El sobresaliente concierto de QOTSA, los descubrimientos de Nova Twins y The Hu y la posibilidad de ver a leyendas como Robbie Williams, Liam Gallagher y RHCP dejan buen sabor de boca a los asistentes, que tuvieron que lidiar con los problemas del nuevo recinto en Villaverde
Este año será recordado como el primer Mad Cool en Villaverde. La organización tuvo que buscar un nuevo emplazamiento para el festival porque la licencia de los terrenos anexos a Ifema no podía renovarse y tuvieron que apostar por una nueva localización, con los riesgos que eso conlleva. Hoy es probable que entres a esta página para, además de leer la crónica de los muchos conciertos que tuvieron lugar entre el seis y el ocho de julio, conocer otra opinión acerca de las situaciones que se vivieron alrededor de la organización en Villaverde. Así que comenzaremos este artículo dando nuestra sincero punto de vista acerca de esto último, que siempre es sustancial, para después centrarnos en lo que al fin y al cabo nos importa, que es la música.
El problema no creemos que sea el nuevo recinto. Es amplio y cuadrado, la sensación de distancia entre escenarios es menor que en Ifema-Valdebebas, donde cruzar del primer escenario al tercero era un viaje en el que hacer los pasos que cualquier médico recomienda a lo largo de un día. Ahora bien, habría que replantearse la distribución. El tercero, siendo grande, se quedó pequeño para grupos como Franz Ferdinand, que cerró el viernes, y The 1975, cuando aún golpeaba el sol del mismo día. Y luego estaba, por supuesto, el cabeza de cartel inesperado del festival: los baños. Entrar a ellos durante la tarde era gloria bendita. Limpios, con fuentes y grifos y posibilidad de dar cobertura a centenares de personas a la vez. Pero al caer la noche y muy especialmente en horas punta, la decisión de crear una entrada única y un pasillo de salida se tornó en pesadilla. Muchos nervios de gente con necesidades básicas que cubrir, trabajadores desbordados y quejas unánimes sobre cómo alguien pensó que una sola zona de baños, mal señalizada, era una buena idea.
Es cierto que en la jornada del sábado había más gente que en las otras dos, pero el caos al acabar Red Hot Chili Peppers podría haberse solucionado con un solape. Algo que todos odiamos, pero que ofrece un reparto de aforo en distintos espacios que ni de lejos habría resultado en la sensación de haber vendido más de lo que se debería. Tras la cuarta canción y en uno de los largos interludios de la banda, parte de nuestro grupo decidimos movernos. Las opciones eran Ava Max o The Hu, de quienes hablaremos posteriormente, pero a todas luces ese slot horario invitaba solamente a ver al grupo con mayor tirón de todo el festival. Incomprensible que justo después coincidieran Jaime XX, The Prodigy y ElyElla, tres ejemplos (sobre todo los dos primeros) que podrían haber descongestionado el escenario principal de un buen puñado de miles de personas.
El otro punto de queja del festival fueron los accesos y la salida. Los puntos de recogida y llegada de VTC estaban peor organizados que en años anteriores, donde Uber, que era patrocinador, tenía un espacio propio, cercano a la salida y muy bien estructurado. Este año estaba falto de señalización en general, dando un poco la impresión de que uno estaba abandonado a su suerte. Volvimos dos días en VTC, con una caminata no menor de media hora hasta el punto de recogida y otro día en metro, que resultó ser la mejor y más rápida opción. En los taxis había colas largas, pero también muchos esperando en una avenida ancha.
El Mad Cool juega en desventaja con respecto a otros festivales por dos circunstancias. La primera es su horario restringido. A las dos todo el ruido tiene que estar hecho y eso no permite que se vacíe el lugar de una forma escalonada durante varias horas. Y la segunda es que antes de las seis de la tarde el calor hace imposible que se pueda programar nada, por lo que te encuentras a quienes podrían ser cabezas de cartel en otros lugares tocando a las siete, lo que hace que todo el mundo entre pronto al recinto. Dos bombas con las que hacer malabares. No es cuestión de hacer de abogado del demonio, pero para opinar desde un medio objetivo acerca de los problemas que se viven en este tipo de festivales lo mejor es esperar un par de días, darle unas vueltas a las posibles razones y porqués y escribir en consecuencia.
No tenemos la menor duda de que existen estudios previos sobre movilidad y flujo de personas antes de organizar un evento así, pero este año la previsión falló. Y no es la primera vez que el Mad Cool tropieza en la misma piedra. Es de justos puntualizar que las anteriores veces enmendaron sus errores en siguientes ediciones. El recinto de Villaverde es un espacio que parece haber llegado para quedarse, por lo que cabe esperar reestructuraciones y cambios dentro de él. Ahora ya no se basarán en números ni estudios, sino en realidades, quejas, tuits y publicidad negativa. Tomarán nota, seguro. Ningún Mad Cool de Ifema fue peor que el anterior, esa es la prueba irrefutable de que en 2024 la experiencia será diferente.
Ahora sí, vamos a la música. A lo que nos mueve y por lo que, al fin y al cabo, el Mad Cool continúa siendo el mejor festival que se desarrolla en nuestro país. Este año se redujo dos días la duración del evento. En 2022 se añadió el domingo, con mucho artista nacional y el miércoles para, en gran parte, dar cobijo a Metallica dentro de su cartel y recuperar de algún modo lo que nos perdimos después de dos ediciones canceladas por la pandemia. Este año se suprimieron ambos días y la acción se llevó a cabo de jueves a sábado.
Jueves, 6 de Julio
La realidad del nuevo pop, el personaje contra su música y grandes descubrimientos
Después de un breve escarceo para comprobar que Paolo Nutini mantiene intacta toda su clase y buen hacer sobre las tablas, como bien pudieron comprobar en La Riviera la noche anterior en el fin de gira Vibra Mahou by Mad Cool, nuestro primer concierto del día fue The Offspring. ¿Qué puede uno esperar de los californianos sino exactamente lo que vimos en el escenario Madrid is Life (segundo en tamaño)? La voz de Dexter Holland no es la de 1998, pero es que tú, que nos estás leyendo ahora, tampoco eres el mismo que hace 25 años. Su bolo fue más que digno, tocaron todas las canciones que puedas conocer de ellos, se mostraron agradecidos con el numeroso público que les acompañó a pesar del sofocante calor y demostraron que con sesenta años se puede seguir teniendo pelazo. Destacó detrás del kit de batería Brandon Pertzborn, que se estrena en esta gira como reemplazo de Josh Freese, ahora en Foo Fighters.
Como ya hemos comentado antes, el escenario Region of Madrid, tercero en tamaño de los ocho existentes, se quedó muy pequeño para ver a The 1975. Una banda que acaba de llenar Finsbury Park en Londres y que tiene una legión de fans como ellos podrían fácilmente haber tocado en uno de los escenarios principales y a una hora mejor. El grupo y su ‘show’ gira en torno a Matty Healy, un ‘frontman’ de pose bohemia y lengua viperina, tan preocupado por sonar bien como por dar una imagen acorde a la idea que tenemos de él. Su propuesta es pop rock cuidado y sofisticado, habiéndose convertido poco menos que en adalides de un género que también ha sido engullido por sonidos urbanos. Sin ir más lejos, a la vez que ellos, en el escenario Mad Cool, el principal, estaba la otra cara de la moneda del ‘mainstream’ hoy día, Machine Gun Kelly. La puesta en escena nos pareció de lo más destacable, con una llamativa y gigantesca pirámide. Nos perdimos su paseo hasta la torre central de sonido, desde la que cantó un tema y, por suerte, la versión de ‘Danza kuduro’, que se marcó como muestra de cariño a sus fans españoles.
Y no vimos más de MGK o The 1975 porque nos apetecía acercarnos a la Vibra Mahou Avenue para ver en una de sus carpas a Walls. Existe ese discurso facilón y muy manido de que en los festivales hay que acercarse a los escenarios pequeños a conocer a grupos nuevos y emergentes, pero la realidad es que el tiempo pasa volando cuando estás en eventos así de grandes y el cuerpo te pide normalmente ver a artistas que difícilmente podrás volver a ver hasta, con suerte, pasar unos años. Es complicado encontrar huecos en los que decidir dar oportunidades a aquellos que sin lugar a dudas lo necesitan más que quienes concentran decenas de miles de personas coreando sus canciones, pero así nos sucedió con el murciano Ginés Paredes (sí, ahora ya sabes por qué se llama Walls). Su bolo nos sorprendió muy gratamente, sonando con una fuerza descomunal, si bien la ecualización no era la mejor. Mantendremos un ojo puesto en su carrera, que apunta muy, muy alto.
Con la noche ya asomando en Villaverde era momento de elegir entre dos propuestas diametralmente opuestas: ir a ver a Lizzo o a Sigur Rós. Sin embargo, cogimos la calle de en medio y nos decantamos por Nova Twins en el escenario Ouigo. Más adelante nos llegaron comentarios unánimes de que las otras dos opciones fueron más que válidas. Lizzo puso patas arriba a su audiencia, mientras que Sigur Rós les dejó sentados en el suelo. No nos confundamos, ese era el fin y la forma más adecuada de ver a cada uno de ellos. Pero no nos arrepentimos. Para nada.
El de Nova Twins fue uno de los conciertos del festival. El dúo londinense, formado por Amy Love y Georgia South, acompañados de Jake Woodward a la batería dio un auténtico recital de rock de nuestro tiempo, con sonidos electrónicos haciéndose paso entre ‘riffs’ y distorsión. El abanico de sonidos que Georgia lanza desde su bajo es para mostrárselo a todos aquellos que piensan que es un instrumento soso. Fueron un verdadero chute que agradecer en un día demasiado pop. La nota musical negativa del día fue la cancelación a ultimísima hora de Rina Sawayama por problemas logísticos.
El siguiente artista era, sin lugar a dudas, el plato fuerte del primer día del Mad Cool: Robbie Williams. El británico ofreció un ‘show’ más que un concierto. Por momentos la música parecía dejar de ser el hilo conductor y era su vena cómica y una especie de monólogo acerca de su trayectoria musical lo que vertebraba su espectáculo. Hubo continuas referencias a Take That y ‘beef’ lanzado a sus excompañeros. Tocó ‘Do what you like’ y ‘The Flood’ de su anterior banda e introdujo hasta tres versiones más de otros artistas, incluyendo un ‘Don’t look back in anger’ de «la otra banda de Mánchester que andaba por allí en los 90». Escogió a una persona del público a la que darle la turra acerca de lo poco que le querían en su exbanda, el mínimo rencor que les tenía a pesar de haber vendido 250.000 entradas en su gira de reunión sin él (para después levantarle el dedo corazón mirando a cámara) y lo feliz que estaba en la actualidad. En ocasiones parecía que cantar ‘Come undone’ para él es un trámite que cumplir para continuar después hablando a la audiencia. Que prefiere un semikaraoke en ‘Feel’, ‘Rock DJ’ o ‘Angels’ que dejarse la mucha voz que le queda para conmover a su público.
Todos conocemos a Robbie Williams y sabemos de qué van sus conciertos. Sabemos de su ego y lo mucho que explota su personaje en el escenario. Pero cuando se apagan las luces uno tiene la sensación de que no se ha enganchado del todo a su música, que alguien como él, con tantísimos ‘hits’ que perviven en la memoria colectiva no ha conseguido engancharnos a ellos. Haciendo el esfuerzo de comprender su personalidad y objetivamente hablando, sonó bien, se acompañó de músicos de alto calibre y la elección de canciones fue muy acertada.
El último cartucho de la primera jornada de festival lo gastamos en Lil Nas X, porque el escenario de Franz Ferdinand estaba abarrotado y, sinceramente, echar un vistazo a lo que el rapero tenía montado en el escenario Region of Madrid era poco menos que magnético. Suya fue la escenografía y producción más impactante de todo el festival, llenando las tablas de bailarines, atrezo y hasta un caballo gigante a cuyos lomos apareció el de Georgia.
Viernes, 7 de Julio
Los reyes de la Edad de Piedra, folk de quilates y chicos nada solitarios
El viernes era, ‘a priori’, el día con mayor concentración de artistas que queríamos ver. El cartel era muy pintón, con propuestas de corte muy diferente entre sí y alejada de los nombres más pop del jueves. Nuestra primera parada fue Kevin Morby. El Mad Cool tiene tendencia a dar cabida entre sus nombres a la la ‘crème de la crème’ del folk rock, como bien demostraron este año Kurt Vile (a quien no pudimos ver) o Morby, al igual que The War on Drugs, Bon Iver, Fleet Foxes o Ben Howard en ediciones pasadas.
Para aquellos que no vivimos en Madrid o Barcelona y admiramos el género, esto se torna en una posibilidad muy golosa de ver bandas que de otra manera son muy difíciles de disfrutar en vivo. Podría considerarse poco apropiado un espacio tan amplio como un festival para gozar plenamente de una música un tanto más minimalista, pero no fue el caso de Kevin Morby, programado a primera hora en la carpa Ouigo. Allí disfrutamos de temas como ‘This is a photograph’, ‘Beautiful strangers’ y ‘I have been to the mountain’, convirtiéndose en una muy buena opción para comenzar la jornada.
Si ya es complicado cruzar tu camino con según qué artistas, el caso de don Maynard James Keenan es aún más paradigmático. Tool nos han visitado dos veces en dieciséis años y A Perfect Circle, tres en diecinueve. Un bagaje muy escaso para un artista de culto, cuyo atractivo y aura especial pudimos comprobar durante el concierto de Puscifer, su tercer proyecto en importancia y con el cual visitaba España por primera vez. A pesar de todo ello y de reunir a bastante público, más por la curiosidad que despierta su cantante que por el tirón de la banda, el concierto resultó algo descafeinado. No me escondo, es probable que esa impresión parta del hecho de que no puedo desasociar a Maynard de mis ganas infinitas de Tool y APC.
El caso de Tash Sultana es el paradigma de cómo el menos es más. La multiinstrumentista ya nos dejó atónitos en la edición de Mad Cool de 2019 con sus ‘loops’ y virtuosismo. Es increíble comprobar cómo puede levantar audiencias y ponerlas a bailar una sola persona en el escenario tocando bajo, batería, guitarra, saxo o teclados simultáneamente con la ayuda de su pedalera mágica. ‘Mistik’, ‘Cigarettes’, ‘Notion’ o ‘Jungle’ fueron buena prueba de ello. Y curiosamente fue cuando el resto de la banda se le unió en temas como ‘Greed’ y ‘James Dean’ cuando el ‘show’ dejó de ser algo especial para convertirse en algo menos original.
Tras la nueva promesa australiana y su minimalismo llegaba el momento de la grandilocuencia y potencia de Queens of the Stone Age, que llegaron con ganas de cobrarse la cancelación que nos debían del año pasado. Este ha sido nuestro cuarto Mad Cool. Hemos vivido muchos conciertos épicos este tiempo: pesos pesados como Foo Fighters o Green Day en la Caja Mágica, a Pearl Jam, Tame Impala, Arctic Monkeys, The Smashing Pumpkins, Nine Inch Nails, Metallica, The Cure, Muse o The Killers en Ifema. Pero no nos cabe la menor duda de que el de Queens of the Stone Age este año ha sido, si no el mejor, desde luego sí uno de los mejores conciertos de la historia del festival.
Josh Homme y los suyos sentaron cátedra el día 7 de julio de 2023 en un polígono al sur de Madrid durante una hora y media de vértigo en la que dejaron claro por qué son, probablemente, la mejor banda en directo del momento. Desde las primeras notas de ‘No one knows’ (por favor, ¿alguien se puede imaginar una mejor forma de comenzar un concierto?) se mostraron absolutamente arrolladores, avasallando a un entregadísimo público temazo tras temazo. ‘My god is the sun’, ‘The way you used to do’, ‘The evil has landed’, ‘Smooth sailing’, ‘If I had a tail’… reservaron tres balas en el cargador para canciones de su nuevo disco, ‘In Times New Roman’, pero la última ráfaga fue la más impresionante: ‘Make it with chu’ (con guiño a ‘Miss you’ de los Rolling Stones), ‘Little sister’, ‘Go with the flow’ y el pogo infinito, el mejor momento del festival de este año, con ‘Song for the dead’.
Ver la esbelta figura de Josh Homme manejando a la audiencia y moviendo sus caderas mientras rasga su guitarra ya es digna por sí misma de pagar cualquier precio, pero es que el resto del grupo ha llegado a un punto de perfeccionismo al alcance de muy pocas bandas hoy día. Salen a tocar con cuatro luces al fondo y soltando como primer tema su mayor ‘hit’, como diciendo, «hey, no busques parafernalia alrededor de nosotros que pueda distraer tu atención, somos los putos amos y esto que vas a ver es un ‘show’ de rock and roll». Y a partir de ahí, el suelo temblando, las mandíbulas cayendo y los ojos abiertos como platos. Queens of the Stone Age regalaron un auténtico máster para todo aquel que anhele colgarse un instrumento y tocar delante de gente, pero también para una audiencia cada vez menos acostumbrada a la crudeza de conciertos de ese estilo y que necesita de chutes como este para recordar de dónde venimos y dónde, no nos quepa la menor duda, volveremos.
Con la adrenalina por las nubes, nos dirigimos al escenario principal a ver qué tenía que contarnos el bueno de Marcus Mumford y sus chicos. Normalmente, y por experiencia lo decimos, es peligroso un cambio de temperatura musical tan grande, se corre un serio riesgo de acabar como la arena del desierto, dejándose llevar con cualquier soplido. Pero Mumford and Sons lograron no dejar caer la pelota al suelo, sorprendiendo ya desde la intro con el tarareado ‘Chicken Teriyaki’ de nuestra ídola patria Rosalía que dio paso los primeros fuegos artificiales junto a dos de las canciones de cuerda más potentes de los londinenses como son ‘Babel’ y ‘Little Lion Man’.
Sin ser un vocalista de prestigio, la voz de Marcus ha evolucionado muy favorablemente con el paso de los años, tomando poso, gravedad y personalidad, alejándose de los gallos y pitos de hace una década. Y es que al hombre orquesta se le nota en una plenitud y madurez física espectacular. El virtuoso banjo de Winston Marshall electrizó a uno de los públicos más numerosos del festival que, junto a Ted Dwane al contrabajo y Ben Lovett al teclado, sostuvieron las melodías que Marcus dibujaba con voz y guitarra hasta que, en uno de los momentos clásicos del directo, se subió a la batería para interpretar ‘Lover of the light’.
Marcus ha reconocido en numerosas ocasiones que ese momento de batería fue el que le llevó a «volver a enamorarse» de los sonidos eléctricos, lo que trajo los álbumes ‘Wilder Mind’ y ‘Delta’, de gran controversia entre su público más folk. Ese pasaje eléctrico tuvo su momento durante el concierto con los temas ‘Believe’, ‘Ditmas’, ‘Delta’ y ‘The Wolf’, que actuaron de afluente hacia la traca final con ‘Awake my soul’ y la bailada por todos ‘I will wait’ mientras la pólvora se hacía presente y el cielo se iluminaba de colores.
Cerraron la noche del viernes The Black Keys, otro de los grupos que más ansiábamos ver en este Mad Cool. Al igual que hicieron QOTSA dos horas y media antes en el mismo escenario, los de Akron comenzaron su concierto con uno de sus mayores éxitos, ‘I got mine’, pero con resultado bien distinto al de la banda de Josh Homme. El sonido durante los primeros temas no les acompañó, faltándole punch a canciones que son pesos pesados en sus directos, como ‘Gold on the ceiling’, ‘Tighten up’ o ‘Heavy soul’.
Para cuando Dan Auerbach y Patrick Carney encararon la segunda parte del concierto, ya con una pantalla trasera con juego de cámaras muy resultón que acompañaba a unas letras gigantes donde se leía el nombre del grupo, el sonido comenzó a ser mucho mejor. ‘Your touch’, ‘Howlin’ for you’ o las preciosas interpretaciones de ‘Everlasting girl’ y la emotiva ‘Little black submarines’ fueron algunos de los puntos álgidos del concierto. Para cerrar, como no podía ser de otra manera, ‘Lonely boy’, con todo el recinto bailando mientras la organización nos regaba con mangueras desde el pasillo central.
En general, The Black Keys cumplieron con creces, se decantaron por un set muy festivalero, huyendo del sonido menos accesible de sus últimos trabajos y solo tuvieron la mala suerte de no contar con el mejor sonido durante parte de su ‘show’. Si hay algo que pudimos echar de menos fue alguna canción con Dan y Patrick solos en el escenario como en sus primeros discos, algo que suelen hacer en conciertos en sala. Esperaremos a que vuelvan en una gira en solitario, ojalá pronto.
Sábado, 8 de julio
Un mito bajo el sol, echar de menos entre el agobio y el picante insípido
El último día de festival comenzó con una banda y un género que poco a poco se va abriendo paso dentro de los carteles nacionales. The Rose llevó su k-pop o más bien k-rock a Madrid tras su primera visita al país en febrero, cuando vendió todas las entradas para la Razzmatazz barcelonesa en solo unas horas. El calor y la falta de conexión con el estilo nos permitieron entrar más tarde al recinto, pero no dejaron de verse fans de la banda a lo largo de todo el día. La primera visita que hicimos fue, tras comprobar que la carpa Ouigo estaba llena para Belako, al escenario Region of Madrid donde disfrutamos de parte del concierto de Cupido. A estas alturas sobra explicar los puntos fuertes de Pimp Flaco y el resto de la banda. Su solvencia en directo está más que contrastada y el tirón entre la gente no deja de aumentar. Poco antes de que terminaran su ‘show’, nos dirigimos al escenario principal a ver a uno de los pesos pesados del día. El hombre bajo una parka. El señor que revolucionó los 90. El rock and roll star por antonomasia.
Y Liam Gallagher no defraudó. Salió al escenario al son del ya mítico ‘Fuckin’ in the bushes’ de Oasis y con mensajes autoparódicos en la pantalla de ‘icono’, ‘leyenda’, ‘humilde’, ‘jedi’, ‘cercano’ y, por supuesto, ‘estrella del rock and roll’. Con un sol que apretaba de lo lindo, el pequeño de los Gallagher repitió su ‘modus operandi’ habitual, arrancando con ‘Morning Glory’ y ‘Rock and Roll Star’ y, una vez que pone los dientes largos al público, introducir sus canciones en solitario, con ‘Wall of glass’ y ‘Once’ como las más destacadas.
Pero el público había acudido a rememorar todos esos clásicos de los noventa que firmó su hermano Noel, y Liam tampoco escatimó en ofrecérselos. Así, sonaron ‘Stand by me’, la infravalorada ‘Roll it over’ y ‘Slide away’, dejando para el final, tras otro bloque de temas propios, su trío de ases: ‘Cigarettes & alcohol’, la coreadísima ‘Wonderwall’ y ‘Champagne supernova’. Un recital similar al de la pasada edición del festival Cala Mijas, pero al que le faltó un poco más de colmillo (aunque Liam se cabreó con un dron que sobrevoló el escenario y vaciló en numerosas ocasiones con las gestas deportivas de su Manchester City) y potencia de sonido. O lo amas o lo odias.
Y tras el paréntesis pop de M.I.A., sustituta de última hora de Janelle Monáe y con una puesta en escena muy a lo Rosalía, sin músicos sobre el escenario, y unos Primal Scream cada vez más alejados de sus años de experimentación electrónica y cercanos al rock de los setenta de sus idolatrados Rolling Stones, con coro de góspel incluido, llegó el que iba para mejor concierto del festival, pero que se quedó simplemente en el más multitudinario.
Si a Liam Gallagher se le critica por vivir de la nostalgia, a Red Hot Chili Peppers también se le puede reprochar que huya de ella. Porque la lista de canciones que no tocaron es casi más interesante que las que finalmente incluyeron en su ‘setlist’: ‘Can’t stop’, ‘Universally speaking’, ‘Dani California’, ‘Suck my kiss’, ‘Under the bridge’ –todas ellas tocadas el día antes en el Nos Alive–, ‘Scar tissue’, ‘Otherside’, ‘Higher ground’…
A lo que hay que añadir unas larguísimas ‘jams’ instrumentales que parecen divertir más a los propios músicos que a sus fans, aparte de servir estratégicamente para que Anthony Kiedis descanse la voz y aguante los escasos 90 minutos de concierto. Pero hay que reconocer que la banda californiana sonó en plena forma, con el esperadísimo regreso del guitarrista John Frusciante, ofreciendo un espectáculo más propio de un concierto suyo que de un festival, espantando a los oyentes casuales, y en el que faltó picante.
El arranque fulgurante con ‘Around the world’ y las bonitas ‘The zephyr gong’ y ‘Snow (Hey Oh)’ dio paso a 40 minutos de tedio en los que intercalaron temas de sus dos flojos últimos discos, ‘Unlimited love’ y ‘Return of the dream canteen’, publicados el año pasado, con canciones menos conocidas y blanditas de su repertorio, hasta que tocaron ‘Californication’ y ‘By the way’ antes de los bises, y los móviles volvieron al aire, y remataron la velada con ‘Give it away’, en una de las pocas concesiones a los clásicos del pasado siglo.
Parte de nuestro equipo decidió apartarse del concierto de la banda californiana para ver al que a la postre sería una de las revelaciones de este Mad Cool: The Hu. Es posible que su nombre no te diga mucho, pero creednos que a nosotros nos conquistaron por completo. Se trata de una banda mongola que hacen, digamos, folk metal ayudándose de instrumentos típicos de su país. La originalidad de la propuesta era máxima y la carpa terminó llena de fans del grupo y curiosos atraídos por los guturales de su cantante, que realmente era ‘khöömei’, un canto típico de la zona mongola efectuado con la garganta y que permite emitir a la vez dos y hasta tres notas.
Un verdadero espectáculo que nadie debería dejar pasar la próxima vez que veas su nombre en un cartel. Los mejores momentos del concierto se vivieron con ‘Yuve Yuve Yu’ y ‘Wolf Totem’, canciones que cuentan con decenas de millones de visitas a su vídeo en YouTube y la versión de ‘Through the never’ de Metallica. Desde aquí nuestra sincera enhorabuena al festival por incluir una propuesta tan diferente en su programación así como nuestra invitación a incluir más metal en futuras ediciones. Este año nos hemos sentido huérfanos de sonidos más duros, además de que los pocos que había, como Touché Amoré y The Hu, fueron solapados con artistas de la magnitud de Liam y RHCP.
Los últimos coletazos del festival y de nuestras piernas, que a estas alturas se arrastraban más que mantenían en pie, los dimos viendo desde lejos la vuelta de The Prodigy. En una jornada en la que Liam Gallagher y Red Hot Chili Peppers invitaban a que la nostalgia invadiera nuestro cuerpo, fueron The Prodigy quienes terminaron por hacernos recordar mejores momentos en lugar de disfrutar plenamente del actual. Cuando cualquier miembro importante de una banda la abandona, se crea un vacío que hace imposible obviar lo que falta. Cuando ese miembro es un ‘showman’ como pocos, además de voz de muchos de sus temas míticos, multiplica esa sensación por mil.
Así, la figura de Keith Flint sobrevoló en todo momento el concierto de The Prodigy en la que era la vuelta de la banda a España tras su fallecimiento. Aun con ello, el espectáculo ofrecido estuvo a la altura de lo esperado para los de Essex, que cuentan con temas de sobra para elevar al público como siempre han hecho, desde el inicio con ‘Breath’ y ‘Omen’, clásicos como ‘Voodoo people’ y ‘Smack my bitch up’ o los bises, que incluyeron ‘Take me to the hospital’, ‘Invaders must die’ y ‘Out of space’. Maxim Reality es un tremendo MC y un muy buen líder, de eso no hay ninguna duda. El futuro de The Prodigy está más que asegurado, pero aun estando rodeados de miles y miles de personas, echábamos mucho de menos a Keith.