Los aristócratas también trabajan el lunes

 
The Aristocrats, en su concierto en la sala Garaje Beat Club de Murcia. / ÁLVARO RABADÁN

The Aristocrats, en su concierto en la sala Garaje Beat Club de Murcia. / ÁLVARO RABADÁN

Guthrie Govan, Bryan Beller y Marco Minnemann, The Aristocrats, dejaron al público del Garaje Beat Club de Murcia con la boca abierta, por su virtuosismo y dominio de los instrumentos, y con una sonrisa en la cara, por las numerosas anécdotas que contaron a lo largo del concierto


Hace unos días nos pusimos en contacto con Guthrie Govan para entrevistarle a propósito de su visita a España con The Aristocrats. Fue una conversación jugosa, de esas que le dejan a uno varios titulares que poder elegir, pero nos decantamos por «Desmotiva mucho mirar a las primeras filas y ver solo ‘zombies del móvil’». Después de su paso por el Garaje Beat Club de Murcia solo podemos corroborar que si alguien decide pasar un concierto de The Aristocrats enganchado a un móvil, debería ser expulsado inmediatamente de la sala y no volver a pisar una en su vida, porque pocas veces se puede disfrutar un espectáculo de tal virtuosismo sobre unas tablas.

Un lunes, día poco frecuente, a las 20.45 exactas, hora y puntualidad aún más extrañas por estos lares, se subieron al escenario del Garaje Beat Club Bryan Beller, Marco Minnemann y el anteriormente mencionado Govan, mientras sonaba por los altavoces de la sala, que rozaba el lleno, ‘Mule Train’, de Frankie Laine. El espectáculo de The Aristocrats se basa, obviamente, en la destreza espectacular del combo, pero también en buena parte de los interludios entre canción y canción, donde el compositor del tema hace una pequeña introducción del mismo, normalmente salpicado de anécdotas graciosas. Así, nos enteramos de que una crítica nombró su música como perfecta para una película porno mala (‘D Grade Fuck Movie Jam’), la impotencia de Guthrie Govan al escuchar en los pubs ingleses la campana que anuncia que el bar está a punto de cerrar (‘Last orders’) y la desesperación de Beller al conseguir atrapar a los ladrones de sus bajos, pero no recuperar sus instrumentos (‘The Ballad of Bonnie and Clyde’).

Hubo espacios en el ‘show’ para la improvisación, siempre bajo control, el jazz, el metal, el rock, el reggae e incluso, digamos, las bulerías de ‘Spanish Eddie’, un tema sobresaliente y muy aplaudido por el público. Las bocas abiertas se entremezclaron durante todo el concierto con las risas del respetable, como cuando Minnermann y Beller intercambiaron una conversación usando, nada más y nada menos, que un cerdo y un pollo de juguete durante ‘Get it like that’. La sensación que uno percibe es que los componentes de The Aristocrats van sobrados, dominan todos los palos y no hay patrón, estilo o ritmo que esquiven en directo. Porque estos tres tipos no tocan, someten sus instrumentos.

En definitiva, dos horas de espectáculo de esos que a quien está empezando en la música puede influenciarle de dos modos bien diferenciados: motivarle para llegar algún día a ser como estos tres aristócratas o, al contrario, frustrarle ante la realidad de que alcanzar tal nivel de maestría está al alcance de muy pocos. De esos que suman al talento innato horas y horas de dedicación.