Nada Surf: «Los conciertos son un círculo vicioso de energía»

 
Louie Lino (teclados), Matthew Caws (cantante y guitarra), Ira Elliot (batería) y Daniel Lorca (bajo), la formación de Nada Surf para su gira española. / ANNIE DRESSNER

Louie Lino (teclados), Matthew Caws (cantante y guitarra), Ira Elliot (batería) y Daniel Lorca (bajo), la formación de Nada Surf para su gira española. / ANNIE DRESSNER

 

Daniel Lorca, bajista de la banda norteamericana, desvela todos los detalles de su recién publicado nuevo álbum, ‘Never not together’, y de la gira española de principios de marzo que les traerá a Valencia, Murcia, Madrid, Bilbao y Pamplona, además de anécdotas de su carrera, como llenarse de barro en Glastonbury


Los pasados días 8 y 9 de enero, Matthew Caws y Daniel Lorca, miembros fundadores de Nada Surf, una de las bandas extranjeras de indie más queridas en España, estuvieron inmersos en dos jornadas maratonianas en Madrid de promoción para hablar con diferentes medios sobre su esperado noveno álbum, ‘Never not together’, publicado hace apenas unos días, aprovechando que por aquellas fechas acababan de lanzar el tercer y último ‘single’ de adelanto, ‘So much love’, tras haber dado a conocer otros dos cortes del LP: ‘Something I should do’ y ‘Looking for you’. Una de las entrevistas que el grupo tenía pactadas durante su corta estancia en España era con ‘Alternavivo’, y el primer elegido para contestar nuestras preguntas fue el bajista Daniel Lorca (Madrid, 1973), quien a los cinco años se mudó a Nueva York cuando a su padre, diplomático, lo trasladaron a Naciones Unidas. Allí conoció a Mateo, como llama cariñosamente a Matthew Caws, y formaron Nada Surf en 1992. El motivo de la llamada telefónica era hablar sobre el nuevo disco y la gira que en marzo llevará a la banda a tocar en Valencia (día 4), Murcia (5), Madrid (6), Bilbao (7) y Pamplona (8), pero al final acabamos conversando un poco sobre todo, del martirio o no de las pruebas de sonido, del rebote que pilló un día Manu Chao en Chicago, de cómo es grabar un disco rodeado de ovejas en Gales y de la experiencia de llenarse de barro hasta las orejas en Glastonbury… Es 9 de enero, y llamo a Daniel… 

–¿Qué tal va todo?

–Muy bien, por aquí por Madrid de promoción. En nada nos vamos a Estados Unidos a empezar la gira.

–Dentro de cinco días tocáis en Seattle.

–Sí, y encima mira que nosotros no ensayamos nunca, pero tenemos que hacer un par de días de ensayos, porque no hemos tocado nunca el disco nuevo.

–Vais con el tiempo justo para preparar los conciertos.

–No te creas, vamos a ensayar dos días. Bueno, un día y medio. Y luego ya, de lleno. El primer día tocamos en Seattle en una sala muy guay que se llama Neptune Theatre. Pero esa mañana hacemos otro ‘show’ acústico de hora y media en una radio –KEXP–, con público. Así que el primer día ya tenemos dos conciertos.

–No está nada mal para empezar.

–From lost to the river.

–Entonces, tenéis que ensayar también lo que es el ‘set’ acústico.

–Sí. Primero tenemos que ensayar el disco nuevo entero para ir aprendiéndolo. Y luego ya haremos lo otro. ¿Sabes lo que pasa? Que después de haber hecho la gira del decimoquinto aniversario del ‘Let go’, como tocábamos primero el disco entero, y eso duraba como una hora, y nos íbamos quince minutos de descanso para hacer otro concierto de hora y media, pues como que ahora ya no nos da tanto miedo tocar mucho (risas). Tocaremos muchas canciones que serán las mismas por la mañana y por la noche, aunque habrá diferencias seguro, porque no es lo mismo tocar en eléctrico que en acústico.

–Ahora que te pillo en plena ronda de entrevistas, ¿es peor responder las mismas preguntas cien veces o tener que hacer las pruebas de sonido cada noche durante la gira?

–(Risas) La verdad es que la prueba de sonido, normalmente, suele ser bastante buena y divertida y, además, te quedas con la tranquilidad de que todo funciona. Aparte de que es el momento que tenemos para si queremos hacer algo nuevo o trabajar alguna canción que queremos meter en el ‘setlist’. Aunque también es cierto que a veces pienso que el concierto va a salir mejor si no hago la prueba de sonido. Imagínate que se ha retrasado mi vuelo o que no he dormido nada o pasa algo. Pues mira, en vez de hacer la prueba de sonido, me echo una siesta de dos horas y el concierto será mejor.

 
Daniel Lorca, con su bajo, en un concierto. / PROMO

Daniel Lorca, con su bajo, en un concierto. / PROMO

 

–¿Recuerdas algún momento de esos?

–Pues ha habido momentos raros. Recuerdo una vez que Mateo tenía que hacer una mudanza y el bus le soltó delante de su casa en Cambridge y tenía poco tiempo antes del concierto, que era como a dos horas en tren. Y le dije: «Yo te ayudo». Me bajé con él, le ayudé y conseguimos hacer la mudanza y, de milagro, llegamos al concierto. Cuando entramos al local estaban acabando ya los teloneros. Imagínate. Y luego hicimos uno de nuestros mejores conciertos. Desde entonces siempre le digo a Mateo que se acuerde de aquel día, en el que no hicimos la prueba y todo salió bien: «A ver si va a ser mejor no probar». Pero bueno, lo de las entrevistas a veces es un poco coñazo, pero hay que hacerlo. Al fin y al cabo es un apoyo y necesitamos que la gente entienda un poco por dónde va el tiro. Y también es bueno porque te hace reflexionar sobre algo que quizás no te has planteado. A veces haces cosas que te salen naturalmente y no sabes muy bien por qué. Y cuando te preguntan, pues tienes que pensar en algo.

–La última prueba de sonido así curiosa que recuerdo es una de Idles en el festival Primavera Weekender, que la hicieron ellos mismos rápidamente justo antes de arrancar el concierto.  

–En los festivales se hace mucho. Eso se llama ‘line check’. Hay festivales que directamente no te permiten hacer prueba de sonido y luego hay otros que sí, pero a lo mejor es a las 7 de la mañana. Entonces, si no haces la prueba de sonido, pues haces el ‘line check’ o prueba en línea, en la que te aseguras de que todo funciona, que la guitarra y el bajo están bien enchufados, que el teclado y el micro suenan… Y te pones a tocar directamente. Recuerdo que una vez tocamos en el Lollapalooza de Chicago el mismo día que Manu Chao. Él quería hacer la prueba de sonido sí o sí. Como nosotros tocábamos primero, teníamos programada para hacerla los últimos, justo antes de subir al escenario a la una de la tarde. Entonces, a las 12 o así teníamos una prueba de sonido de 20 minutos para dejarlo todo montado. A Manu Chao le dijeron que tenía que hacerla a las 7 de la mañana y salió del hotel con toda la banda una hora antes. Se pusieron hasta arriba de café y cuando ya estaban llegando al recinto, le dijeron los del festival que iban con mucho retraso y que no estaba montado ni el escenario y no podía hacer nada.


A veces pienso que el concierto va a salir mejor si no hago la prueba de sonido
— Daniel Lorca

–Me imagino la cara de Manu Chao en ese instante.

–Se cogió un cabreo de la hostia y se dio la vuelta, con todo el séquito que llevaba y se volvió al hotel, pero como se habían tomado tantos cafés, no podían dormir (risas). Estaba de mala hostia, sin dormir y sin poder hacer la prueba. Total, que al que estaba de ‘tour manager’ con él lo conocíamos. Y le dije que nosotros hacíamos un ‘live check’ rápido para ver que nos funcionaba todo, y que Manu Chao podía utilizar nuestra prueba de sonido para hacer la suya, que era el cabeza de cartel. Y estaba superagradecido. Si es que nosotros tocábamos media hora y ya está, y ellos iban a hacer el concierto entero, con miles de personas. Así funciona el rock and roll (risas).

–Bueno, cuéntame algo sobre ‘Never not together’

–Estamos muy contentos con el resultado. Para mí es un poco raro, porque hemos hecho cosas que hacen muchos guiños o referencias a canciones muy antiguas y al mismo tiempo otras que no habíamos hecho nunca antes. Hay una canción, ‘Mathilda’, que podría ser como de prog rock, con tres movimientos distintos y sin ningún hilo musical conductor. Solo la letra. No es que sea experimental, pero para nosotros sí que lo es. Y tocamos con las orquestas de Berlín y Viena para algunas de las canciones, lo que fue una experiencia alucinante. Además, por las restricciones del vinilo, que ahora es como el soporte físico principal, no es como un CD, que puedes ponerle todas las canciones que quieras, hasta incluso 20. Había que restringir y por eso solo tiene nueve temas. Normalmente, cuando sacamos un nuevo disco es muy raro que lo toquemos entero. Suele haber muchas canciones que no nos molestamos en hacerlas en vivo, pero en este álbum no hay ni una sola canción que dejaría fuera del ‘setlist’.

 

–La media de los grupos suele ser como mucho siete u ocho canciones del nuevo disco cuando van a presentarlo.

–Sí. Al principio, cuando solo teníamos un disco, pues sí se tocaba entero, pero con los posteriores nunca lo hemos hecho. Con este me costaría mucho dejar alguna canción fuera. Van a sonar muy bien en vivo.

–Y ahora tendréis más ganas de tocar las nuevas.

–Sí. A mí no me gusta necesariamente ir de gira, estar mucho tiempo fuera de casa y lejos. Aparte de que no duermes bien, comes mal… Pero lo que es el concierto y estar sobre el escenario, eso es una pasada. Lo pasas pipa, como un tonto. El público te da tanto calor y tanta energía, que estás a tope. Ellos lo notan y se meten más dentro del rollo y, al final, acabas pasándolo genial. Es un círculo vicioso de energía. Te da un subidón de la hostia.


En ‘Never not together’ no hay una sola canción que dejaría fuera de los ‘setlists’ de los conciertos
— Daniel Lorca

–¿Cómo habéis visto la evolución de vuestro público después de más de un cuarto de siglo de trayectoria?

–Hombre, hay un montón de gente nueva. Hay días que, antes de subir al escenario, mientras estoy viendo a los teloneros desde la sala, flipo mucho, porque al mismo tiempo hay fans muy jóvenes y nos están saliendo otros supermayores. Pero no porque antes tuvieran 50 y ahora 70 años, y llevan dos décadas siguiendo al grupo. Son fans nuevos del grupo, pero lo que pasa es que son gente mayor. De hecho, hablé con uno que me contó que nos escuchó por primera vez a través de su nieto, y que le gustó mucho porque sonábamos como a los años 60. Me contó una historia que me quedé de piedra. Y luego está la gente de siempre, que nos ha visto tocar muchas veces y que los reconozco. A veces me cuesta acordarme de sus nombres, pero sé perfectamente quiénes son porque quizás les he visto en 30 conciertos.

–¿Qué significa eso de ‘Never not together’?

–Hace alusión a una verdad universal. Por mucho que los populismos nuevos te digan que hay que frenar la emigración y que somos distintos, todo eso es mentira. Desde el punto de vista científico, de ADN, todos somos hermanos. Lo único que cambia son las culturas y el aprendizaje. Y la frase entera, ‘Never not together’, se relaciona con que las matemáticas son sagradas. Puedes creer en Dios, si tú lo decides, y en el que más te apetezca, porque es una cosa personal, pero las matemáticas son sagradas. Existen, las entiendas o no. Y la matemática sagrada dice que ‘nunca estamos no juntos’. Estamos juntos, en el mismo planeta, en el mismo barco, con los mismos genes y el mismo ADN, y las mismas esperanzas. Todo el mundo quiere ser feliz. Se refiere a eso.

 
 

–¿Qué tal fue la experiencia de grabar el disco en un estudio tan mítico, Rockfield, que cuenta con una impresionante lista de inquilinos? Sin ir más lejos, allí Queen grabó ‘Bohemian rhapsody’ y Oasis hizo su mejor álbum, ‘(What’s the story) morning glory?’.

–En el disco, de hecho, suena el piano que Freddie Mercury usó en ‘Bohemian rhapsody’. Fíjate, lo de grabar allí fue una suerte. Sucedió gracias a un ‘tour manager’ nuestro, que también es nuestro ingeniero de sonido y que lleva con nosotros mucho tiempo y conoce a todo el mundo –Ian Laughton–. También trabaja con grupos más conocidos, pero siempre dice que se lo pasa mejor con nosotros (risas). Cuando ya acumula mucho dinero con los otros grupos, pues se viene con nosotros, cobra menos y se lo pasa bien. Le pedimos que fuera el productor del disco. Como Mateo tiene un niño de dos años, nos reunimos cerca de donde vive él, en Cambridge, y el productor nos dijo que era muy amigo de la gente de Rockfield, que es la hostia. Yo no lo conocía, pero cuando miré en Wikipedia la lista de los grupos que habían grabado allí, lo flipé. Como son amigos, y nosotros no tenemos sello, sino que somos independientes, pues nos han hecho un superfavor y nos han dejado grabar allí por un precio muy asequible. Resulta que había personas que eran fans del grupo y cuando escucharon las canciones nuevas dijeron que les encantaría que grabáramos allí, y por mucho menos dinero que cobrarían a una multinacional. Además, pudimos entrar a grabar porque The Cure retrasó la grabación de su disco y coincidió con la semana que queríamos nosotros. Así que ha sido una suerte de la leche y un privilegio, porque el estudio es brutal. Suena que te mueres. Y se vive muy bien, porque estás en el campo. Vivíamos todos juntos en la casa, con una cocina guay y comíamos y cenábamos juntos todas las noches, haciendo vida en familia, y hablando sobre las canciones. Muy guay.

–Está como en medio de la nada, lo que viene bien a las bandas, porque allí hay cero distracciones.

–(Risas) Estás en medio del campo y sales de casa y huele a caca de vaca. De repente te empieza a temblar la habitación y es porque está arando un tractor a pocos metros de tu ventana. Si quieres cambiar un poco de aires, pues te das un paseo por el campo. Está todo lleno de ovejas. Es un sitio idílico, totalmente en la naturaleza. Muy enfocado a currar bien.

–En marzo estaréis de gira por España y lo bueno es que serán conciertos de la banda, en lugar de festivales, que le están comiendo el terreno a las salas.

–Creo que los conciertos más o menos siguen ahí. Soy fan de los festivales que, como en Austria y Francia, son relativamente pequeños, lo que resulta fantástico. Hay incluso alguno que se niega a vender más de 2.000 entradas. De esa forma es todo como muy humano, y tú también puedes ir a ver a los demás grupos y estar con la gente. Especialmente en comparación con otros como Glastonbury. Recuerdo una vez que fuimos a tocar allí. El batería y yo fuimos a ver a una amiga nuestra que estaba tocando en otro escenario y después casi no podemos volver a nuestro autobús, porque era una cosa tan gigantesca, que entrabas por un lado y luego no podías salir por el otro. Tuvimos que llenarnos de barro y pasar por debajo de una barrera que había puesta con una valla. Arriba tenía pinchos, pero como todo estaba lleno de barro, pudimos abrir un boquete con las manos por debajo para pasar por ahí y nos llenamos de mierda para llegar al bus. No había manera. Era un cachondeo de la hostia. Me gustan los festivales más pequeños y, desde luego, prefiero mil veces un concierto pequeño. No lo digo desde el punto de vista de un artista, sino como fan. Prefiero mil veces ver a un grupo en una sala relativamente no muy grande. Aunque luego vas a un festival y es otro ambiente. Para mí, la proporción ideal sería hacer un festival y cinco conciertos propios.