Eric Fuentes: «Soy una persona muy racional y ordenada, excepto cuando hago música»

 

Eric Fuentes. / JÚLIA OLIVÉ

 

El líder de The Unfinished Sympathy y productor acaba de publicar ‘Hostia y perdón’, su nuevo disco en solitario, creado a partir de ‘samples’ de vinilos antiguos y raros y con claras influencias de los 80, que supone el primero en castellano en sus más de 30 años de carrera


Eric Fuentes lleva en la música más de treinta años. Su perfil es el de un ‘hit maker’, una persona capaz de componer canciones de una calidad abrumadora de un modo prácticamente automático. The Unfinished Sympathy fue el grupo por el que le conocimos a inicios de los años 2000, cuando el rock alternativo que bebía directamente de fuentes americanas no era un desierto a nivel de la industria, sino que tenía un hueco propio sobre el que desarrollarse. ‘An investment in logistics’, ‘Rock for food’ y, sobre todo, ‘We push you pull’ les llevó a girar y girar por toda España y el resto de Europa.

En 2010 la banda se separó para volver posteriormente en 2017. Entre tanto, Eric editó varios álbumes en solitario, siempre recabando elogios entre la crítica, y pulió su faceta de productor, en la que destaca el trabajo con Cala Vento. ‘Hostia y perdón’ es su nuevo disco, el más ochentero, el más popero, pero también el que contiene más guiños a la música contemporánea. Charlamos con él acerca de su lanzamiento y la dilatada carrera que lleva a sus espaldas.

–Durante esta semana he estado escuchando atentamente ‘Hostia y perdón’ y, la verdad, me ha sorprendido muy gratamente. Te he visto recorriendo caminos que previamente no te había visto pisar como por ejemplo la música casi de baile con preminencia de sintetizadores. ¿Qué te ha llevado a buscar un sonido así, que, obviamente, está calculado a la perfección?

–Como productor he funcionado de una manera muy poco planificada. Cuando lo empecé, no tenía ni idea de cómo iba a sonar este disco. Y eso fue como hace cuatro años, cuando The Unfinished Sympathy volvimos y yo me marqué el reto de que el siguiente paso fuese algo mío. Empecé haciendo canciones a base de ‘samples’. Soy coleccionista de vinilos y maxis raros y cada vez que escucho algo interesante lo corto, lo ‘sampleo’ y muchas de mis canciones empiezan así. Ese fue, de hecho, el germen de este disco, que durante cuatro años ha ido mutando hasta ser el que es. Durante un momento cogí las demos y las llevé al rock junto a los chicos de Wood. Pero tuve un bloqueo creativo y dejé el proyecto aparcado. Pasado un tiempo me enteré de que los Cala Vento habían convertido su local en un estudio durante la pandemia y les pedí poder ir a grabar de nuevo y desbloquear el disco. Y fue ahí donde acabé ‘Hostia y perdón’.

 
 

–Una vez con ellos supiste cómo querías que sonase finalmente.

–Pues la verdad es que no. Fíjate que ni en ese momento tenía claro cómo quería que sonase. Era un disco de rock con un montón de ideas modernas que no sabía cómo encajar. Pero di con un chico, un estudiante cuyo nombre no verás en ningún crédito, del que escuché sus demos y me fliparon. Me puse a trabajar codo con codo con él y al final ha salido una mezcla que me gusta mucho, con una parte conservadora ochentera encarnada por mí y otra ultracontemporánea que te puede aportar un chaval de veinte años. Ha sido un proceso largo, con mucha experimentación, pero que al final dio con una meta satisfactoria.

–Hay gente que se pasa la vida haciendo lo mismo, pero me parece flipante cómo lo haces tú para moverte por distintos géneros musicales. Mad Squad, proyecto que volvió hace relativamente poco, es más thrashero, más hardcore; The Unfinished Sympathy, rock alternativo, y en tus discos en solitario manejas desde el pop a los toques electrónicos, además de guitarrazos. ¿Se trata de inquietud o dificultad de centrar el tiro?

–Es cuestión de inquietud. Cada uno de esos estilos reflejan exactamente lo que yo consumo como oyente. Empecé a escuchar pop-rock de pequeño porque mi padre era un friki que coleccionaba discos. Mucho más allá de los típicos, él escuchaba a Genesis y Yes, pero también a los Sex Pistols, a The Jesus and Mary Chain y Sonic Youth. Eso sonaba en mi casa cuando tenía diez o doce años. Estoy muy acostumbrado a escuchar muchos estilos distintos. Con Mad Squad y The Unfinished Sympathy reflejo unos estilos muy concretos y cuando voy en solitario aprovecho para no ceñirme a ninguno. Mis bandas son de género, aunque pretendiendo ser originales, y en solitario doy voz a otros gustos dependiendo de lo que me interese en cada momento. En mi discografía no había nada que sonase como el pop español de los 80, que es algo que escuchaba mucho, a Alaska y Dinarama, Gabinete Caligari y Radio Futura. Ahora por fin he hecho un disco en castellano tras escuchar todas estas discografías

 
 

–Durante tu carrera has cantado en inglés, catalán y ahora castellano. Cuando compones una canción, ¿por dónde comienzas? ¿Sabes desde el principio con qué idioma irá y para qué proyecto funcionará mejor?

–No, nunca lo sé en absoluto. Soy una persona muy racional y ordenada en la vida, excepto cuando hago música. A la hora de componer no me gusta pensar cómo lo voy a hacer porque me resulta imposible proyectar algo. Prefiero dejarme ir con una guitarra, un piano o solo con la voz. Me grabo, lo guardo en una carpeta de ‘nuevas ideas’ y es al escucharlas, pasado un tiempo, cuando empiezo a pensar hacia dónde dirigirlas. Eso sí, la mayoría de esas ideas comienzan de una manera y terminan en un mundo completamente diferente.

-Hablemos un poco del techo de cristal que supone cantar en inglés en España. Llevas treinta años haciéndolo y la sensación es que el público a día de hoy es igual o menos receptivo aún a permitir el éxito de bandas nacionales cantando en inglés.

El rock no necesita a España ni a Cataluña. Ni a Francia. Necesita a EE UU y a Inglaterra y cierto contrapunto en países como Alemania y Suecia. Pero para mí no existe más pop rock que el de esos cuatro países. En el resto lo que hacemos es imitarles como planteamiento global y luego añadirle un toque personal y autóctono. A la hora de que un músico al que le gusta, por ejemplo, el rock americano, tenga que vender sus creaciones tiene que tomar una serie de decisiones. Si, además, como es mi caso, vives en un lugar bilingüe, tienes un trilema: escribir en inglés, en catalán o en castellano. Mi educación cultural y musical es 100% anglófona. Cantar en castellano es algo natural. Si lo haces en catalán, además, tiene un componente reivindicativo y de lucha cultural. Para un músico catalán es una puta mierda tener que elegir el idioma en el que cantar. Porque al techo de cristal de hacerlo en inglés se añade al de hacerlo en catalán, ya sea para España o Cataluña. Es una locura.

–Personalmente, dos de mis canciones favoritas de tu discografía son, sin lugar a dudas, ‘Hora punta al territori enemic’ y ‘El pobre esmolet’, las dos en catalán.

–¡Qué bueno! Es que al final el tema del idioma es algo que te desvía de lo puramente musical. Cuando hablo con amigos norteamericanos músicos me doy cuenta de que ellos cuentan con la ventaja de que tienen menos flecos que recortar, todo es más natural. Pero esto es lo que hay.

 

Eric Fuentes. / JÚLIA OLIVÉ

 

–Con ‘Eric Fuentes y el mal’ recibiste muy buenas críticas. Con ‘Barcelona’ pasó igual, incluso ganando premios de revistas importantes a mejor disco del año 2014. Con The Unfinished Sympathy, misma historia. Todos los discos se llevaron varios premios al trabajo del año. ¿Hasta qué punto es frustrante recibir elogios y reconocimientos unánimes como una persona muy importante dentro del rock nacional, pero aun así no ver una recompensa en forma de éxito comercial rotundo?

–A ver… Siempre acabo llegando a una conclusión que me lleva a sentirme mal. Es el hecho de que parece que echo margaritas a los cerdos. Me considero un tipo normal que tiene cierta capacidad creativa para componer canciones a chorros y que hace sonar más o menos bien las cosas. Mi carácter y voluntad hacen que siempre termine realizando lo que quiero y como quiero. Y eso es quizá una virtud que supera el talento que tenga como artista y que es la responsable de que lleve tantos años haciendo música. Pero también es cierto que miro a otros músicos y no me veo como ellos. No me siento parte de la farándula de esta industria. Hay espacios que ocupan bandas como Sidonie y Love of Lesbian, que son de mi generación, en los que no me veo. Tengo la sensación de que si bajo a Granada y me cruzo con alguien de Los Planetas, no van a tener ni idea de quién soy. Luego quedo con los Cala Vento, se lo comento y me dicen «joder, tío, claro que te conocen». ¡Nacho Vegas qué va a pensar de mí, de un rockero de Barcelona! Rosalía no sabe ni que existo. Es un mundo que no es el mío. Me considero un buen creativo que ha trabajado duro y con mucha pasión.

–Más allá del hecho mismo de que no te veas dentro de ese círculo, ¿te gustaría estar ahí?

–Pues no lo sé. Las épocas de mi vida en que más infeliz he sido fue durante los momentos que más éxito comercial he tenido. A veces me veo en entrevistas de cuando el ‘We push you pull’ de The Unfinished Sympathy y parezco idiota. Es fácil fliparse cuando todo el mundo te hace la pelota y se te va la olla. Y eso que a mí se me fue nada, un poquito, lo justo como para reconocerlo. Imagínate a esta gente viviendo años y años en esa vorágine. A mí lo que más me gusta es que alguien como tú me llame para interesarse por mi trabajo. Y bueno, ojalá ganar más dinero, claro. Ahora con la pandemia no ha habido conciertos ni apenas producciones, que es lo que más ingresos me generaba. Porque todo lo demás ya lo tengo. He sacado muchos discos, la gente habla bien de ellos y he tocado por todo el mundo. Así que de todo esto, no quiero sonar materialista, pero es así, echo de menos solo ir más desahogado. Pero bueno, tampoco es un drama.


¿Muchos elogios, pero sin la recompensa del éxito comercial? A veces parece que echo margaritas a los cerdos. Soy un tipo normal que compone canciones a chorros y que hace sonar más o menos bien las cosas... Pero tengo la sensación de que si bajo a Granada y me cruzo con alguien de Los Planetas, no van a tener ni idea de quién soy
— Eric Fuentes

–Dentro de tus trabajos como productor, tu nombre siempre estará ligado a la carrera de Cala Vento, de la que todo el mundo está de acuerdo que tú fuiste parte fundamental.

–Pues mira, con Aleix (Turon, cantante y guitarrista) hablé el otro día porque me dijo que tenía que enseñarme canciones nuevas. Pero no voy a producirles el nuevo disco. Llega un punto en el que uno no puede sacarle más partido a una propuesta y Cala Vento están en una situación en la que ya han sobrepasado lo que serían mis aprendizajes. Ahora mismo aprendo mucho más de ellos que ellos de mí. Estoy muy orgulloso de haberles ayudado y se han convertido en dos de mis mejores amigos. A ver cómo lo hacen para crear otro disco guapo.

–Con The Unifinished Sympathy estáis presentando un documental acerca de vuestra participación en las ‘Peel Sessions’. ¿Cuál es el punto en el que está ahora mismo la banda?

–Teníamos ganas de hacer lo del documental porque la historia de las ‘Peel Sessions’ es divertida, además de rocambolesca. Fuimos el primer grupo de España en aparecer y es un orgullo. Llegó un punto en el que nos lo preguntaban tanto que decidimos hacer el documental (risas). Ahora mismo estamos atentos a ver qué va pasando en el mundo del espectáculo. Nosotros somos un grupo de directo, fundamentalmente, no nos hace falta sacar un LP nuevo para poder tocar. Cuando nos llaman sabemos que la gente quiere escuchar fundamentalmente las canciones de nuestros seis discos. Somos muy dependientes de la calidad del panorama de contratación de directo y, ahora mismo, por el tema de la pandemia y otros asuntos, la cosa está fatal. No es el momento de ponerse a buscar conciertos.

 
 

–¿Y en solitario?

–El año pasado teníamos una gira completa montada que se suspendió y eso es algo que te desmoraliza. Pero te armas de ánimo y, de nuevo, otro palo con las cancelaciones de Unfinished. Acabas cansado de todo. A veces parece que el hecho de que abran el ocio nocturno va a salvar todo, pero no es así. Tendrán que pasar muchos meses para tener unas condiciones mínimas que te aseguren que no haya cancelaciones o que habrá un mínimo de público.

–Qué recuerdos tienes de aquellos inicios de los 2000 y las giras más allá de España.

–Probablemente es la cosa que más he echado de menos desde que ya no lo hago. Cuando tocas en el extranjero, tú mismo cambias. Eres otra persona. Tienes una sensación de anonimato que no tienes en tu país. Igual que cuando tocas en tu país, el anonimato es superior que al hacerlo en tu ciudad. Cuando toco en Barcelona tengo presión porque mucha gente que va a ir a verme me conoce. Esa sensación no la tengo cuando toco, por ejemplo, en Stuttgart, donde quedar bien es lo que menos te preocupa. Allí mis preocupaciones son encontrar un sitio decente donde dormir, otro donde comer y, sobre todo, tocar bien. Los miedos, las timideces y los problemas interiores pasan a un segundo plano cuando estás en el extranjero. Tu identidad termina por ser distinta y la crece muchísimo la autoestima. Llevo desde 2005 haciendo conciertos acústicos y quise que los primeros fuesen por Alemania. Porque al tocar allí puedes construir tu perfil artístico de una forma más relajada. Tocar en el extranjero me ha ayudado mucho a ser como soy y a ser lo más profesional posible. Lo echo realmente de menos.


El trap es tranquilo y la energía es demasiado bajonera. No se sostendrá en el tiempo. Dentro de poco habrá una evolución y se pondrá de moda algo más ‘speedoso’, ya sean guitarras o el chunda-chunda
— Eric Fuentes

–Eric, los festivales nacionales han comenzado a colocar cada vez en puestos más altos la música urbana, relegando al rock y al sonido más alternativo. ¿Crees que comercialmente el rock está peor que nunca?

–Sí, pero recuerdo que cuando apareció Nirvana el rock llevaba años peor que nunca. En los 80 yo era un niño, pero ya estaba atento a lo que pasaba. La segunda de los 80 ya me dirás tú a mí qué rock había. Hasta que llegan los 90 con R.E.M. y Nirvana. Ahora estamos en un momento parecido. El trap, que a mí me gusta porque mira, fumo hierba y su tempo, al igual que todo el pop moderno, es lento. Es tranquilo, es un poco «a mí déjame tranquilo con mis mierdas». Pero esto no se sostendrá en el tiempo, la energía es demasiado bajonera. No puede ser totalmente transversal para una generación. Dentro de poco habrá una evolución y se pondrá de moda algo más ‘speedoso’. Y ahí ya no sé si entrará el ‘speed’ de las guitarras o el chunda-chunda del bacalao.

–La última pregunta es la que solemos hacer a los artistas y grupos. En ‘Alternavivo’ le damos mucha importancia a los discos como obras completas, a saborearlos de principio a fin. ¿Cuál es el último disco que has escuchado de cabo a rabo?

–De arriba a bajo y, además, infinidad de veces en los últimos meses es el ‘Soft rock’ de John Mayer. Y es curioso porque todo lo que ha hecho antes no me llamaba la atención, pero este disco me parece maravilloso. Es una perversión, que busca punches y ganchos que te llevan a los 80. El tío tiene mucho talento compositivo.

 

Eric fuentes, en una foto promocional. / JÚLIA OLIVÉ